El Rayo y
la leyenda

01 may 2017 / 19:09 H.

Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado”. Palabras de una de las elegías más conmovedoras, desconcertantes y bellas de la lengua española. Poesía pura, lamento de Miguel Hernández a la muerte de Ramón Sijé. No hay otro modo de contar lo vivido, lo sucedido. Como el poeta el ser humano es él y su tiempo, él y su familia, él y su casa, él y sus amigos, y las enfermedad y el trabajo y los amores, y es él y su muerte. Morir de una manera diferente te convierte en único, de algún modo en inmortal. Como el Rayo que no Cesa, como ese Viento del Pueblo, “el pueblo que espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo”. Como ese pueblo que se apropia de la muerte del rayo, para contarlo y recordarlo entre realidad y ensoñación. Para hacerlo para siempre parte de su historia. Suceso que marcará el lugar y el tiempo. Nada será igual. Las peregrinaciones al Camino de la Viña, al lugar del impacto, la búsqueda del sitio exacto, donde se mezcla naturaleza y muerte. Los almendros, mudos testigos metáfora de la vida, como los almendros de nata del poeta. La leyenda olvidara a Javier Torres, al hermano mayor, al infatigable trabajador, al hombre más de pensamientos que de palabras, genuina personalidad y peculiar retranca de los montes orientales. Perdurará la leyenda de la muerte, del modo de surrealista, poético y lorquiano de morir.