El secreto

17 oct 2018 / 11:18 H.

Palpar el secreto de la vida es avasallador... e imposible, decía Vicente Alexandre. Pero hay quien lo intenta; incorporando el hambre del estado sin tiempo a su quehacer diario. Yo, por ejemplo, al conducir, solía combinar las matrículas formando un registro paranoico-adivinatorio de forma que si veía ciertas letras, pensaba: “hoy me llamará Hermisenda”, y fuera de toda lógica, ocurría. Bien sé yo que este mecanismo era poco científico, pero los juegos siempre suelen serlo. A pesar de mi talento, para evitar accidentes de tráfico decidí usar el diccionario, pues si los ingleses abrían sus biblias al azar y cualquier versículo era bueno para saber lo que Dios quería decirles a los hijos de la Pérfida Albión, yo haría lo mismo con la castiza RAE. El día que se me abrió por la u de “unicornio”, una amiga me envió la imagen de uno de los seis tapices del Museo Medieval de Cluny en Paris, con una dama, un león y un unicornio. Simbolizaban los cinco sentidos, y el sexto; el de mi amiga, el deseo, como indicaba su inscripción: à mon seul désire. Aunque entonces no sabía cómo abrir aquella caja de Pandora, con el tiempo descubrí que una vez instalado, ese sexto sentido ya no se vuelve a ir.