El sueño de un aprendiz

29 abr 2018 / 10:53 H.

N o hace mucho, alguien me preguntaba: ¿Qué me hubiese gustado ser? Sabía que iba con segundas, es lo que tienen los buenos amigos, no se andan con remilgos e indagan en el interior más profundo huyendo de lo políticamente correcto. Le contesté, sin dudar, que me hubiese gustado ser poeta. Tras la insólita respuesta no pudo por menos que sorprenderse. Le argumenté mi respuesta. Creo que solo desde la poesía se puede hacer una radiografía perfecta del mundo; únicamente los versos son capaces de hacernos sentir, para bien o para mal. Tras un poema está la esencia del ser humano, es difícil engañar a los versos, imposible no desnudar el alma. La poesía permite perder el miedo a ser sensible. Tengo dos hermanos, uno genético y otro de corazón, que tienen mucha culpa de mi escondida alma de mal versador. El primero por regalarme la Antología Poética de Miguel Hernández apenas cumplidos los catorce años, gracias Mano; el segundo por enseñarme versos en su mirada, aún siendo un gran tímido, gracias Juan. Sí, hubiese estado bien ser poeta, resulta bonito incluso creer que aún puedo.