El sueño secular del desarrollo

06 sep 2016 / 19:00 H.

Escribir de manera objetiva sobre la realidad en la que vive la gente de esta tierra no es tarea fácil para aquellos que llevan grabado en el alma el sello de calidad que imprime la devoción a “Jaén y provincia”. Para quien desde la distancia se siente concernido con toda noticia que tenga relación con ella, constatar que de forma sistemática y año tras año esta provincia aparece en los primeros puestos de las estadísticas de desempleo, emigración y pobreza relativa, y por el contrario en los últimos de equipamiento, infraestructuras y bienestar social, no predispone a ser optimistas sobre el futuro que le espera. Hoy en día, vivir en Jaén tiene sentido y, sin embargo, hacerlo es un sin sentido.

La realidad económica es una consecuencia directa de muchos factores que sería necesario analizar en detalle para esbozar las líneas maestras de una solución racional que pudiera mejorar la vida en este pueblo, pero esa es una tarea que solo puede ser abordada con éxito mediante la colaboración real entre instituciones públicas que financien y universitarias que pongan el conocimiento. Y, sobre todo, una vez diseñado un plan de desarrollo provincial, se necesitaría inversión pública para lograr ponerlo en marcha y conseguir los objetivos propuestos.

No obstante, y como primera reflexión, hay que citar un factor negativo que es evidente y tiene una incidencia máxima en la economía. Se trata del déficit crónico de infraestructuras que vertebren las comarcas y pueblos de la provincia entre sí y con el resto del territorio nacional. La disponibilidad de comunicaciones en sentido extenso, ya sean viarias, ferroviarias y también digitales, es condición fundamental para impulsar el desarrollo económico de toda sociedad, porque a través de ellas se hacen posible las transacciones y el comercio en todo el territorio propio y con los demás territorios. Solo con el comercio y la distribución de bienes y servicios se puede dar valor añadido a los productos y los bienes culturales que esta provincia tiene.

La existencia de buenas infraestructuras estimularía la inversión privada, que vería económicamente viable la ubicación de nuevas industrias en lugares bien comunicados, lo cual tendría como resultado la creación de empleo estable, ese sueño secular de toda la provincia. En Jaén, ni tranvía, ni autovías, ni tren. Esa es la realidad y el problema fundamental que impide hablar de desarrollo. No hay desarrollo posible sin infraestructuras y no hay infraestructuras sin inversión provincial, autonómica y estatal.

La dejadez de los poderes del Estado y los intereses de otras comunidades con mayor capacidad de presión hacen que la provincia no tenga comunicación por tren con Levante, ni casi con el resto de Andalucía y España. El servicio ferroviario está en trance de desaparición en la provincia. La comunicación por autovía desde Estepa por Jaén a Albacete sigue ahí, sin presupuesto ni fecha prevista de finalización. Hay que señalar que esta realidad también es, en gran medida, responsabilidad de este pueblo que siempre ha sido demasiado propenso a decir amén a todo lo que le ha impuesto el poder establecido. Porque para conseguir algo no se puede ser indolente, sino proactivo, por tanto corresponde a todos luchar para lograr las inversiones necesarias en infraestructuras y comunicaciones que permitan revertir la situación y conseguir industrializar la provincia en todos los sectores, aunque el agroalimentario pudiera ser el motor inicial, puesto que en las comunidades menos desarrolladas, como por desgracia es el caso, la producción agrícola suele ser la más asequible para iniciar un despegue industrial que asegure puestos de trabajo y riqueza para todos.

Para que una sociedad progrese es necesario que crea en sus propias capacidades, Jaén y provincia las tienen y son muchas. Es imprescindible, aunque a veces doloroso, exponer los problemas, estudiar soluciones y llevar el conocimiento a la mente de todos para que sean conscientes del potencial que hay y eso impulse la voluntad para ponerse a trabajar, cambiar la realidad y asegurar un mejor futuro.