El último recurso

24 jul 2017 / 11:45 H.

Si se consultan las estadísticas, asusta el inmenso número de suicidios que cada año se producen en el mundo. Casi todos ellos tomados como puerta de salida a una situación angustiosa, desesperante de la que, normalmente, sólo es conocedor quien la sufre. Detrás de cada uno de esos suicidios hay una historia espeluznante, un sufrimiento interno que destruye la capacidad de discernimiento. Sería deseable que ningún motivo, por grave que fuese, llevara a las personas a quitarse la vida. Desgraciadamente no es así, y somos testigos de fatales desenlaces de hombres, mujeres, mayores, adolescentes y casi niños que toman esa salida desesperada de la vida, porque se sienten acosados, acorralados, abandonados, fracasados, vencidos, inservibles. La esperanza, lamentablemente, no existe para ellos.

El último recurso para salir de una situación al límite debería ser el suicidio. Pero esto es fácil decirlo porque es difícil situarse dentro de la mente de quienes toman esta horrorosa solución. La explicación más lógica sería que los problemas agobiantes desembocan en una demencia incontrolable que obsesiona a quien la padece y que le llevan a tomar una huída dolorosa. Y pensar que hubo un tiempo en que se decía que el suicidio era un pecado, un acto al que seguramente no se recurriría si se gozara de plena consciencia sicológica. La muerte de una persona, si nos es ajena o desconocida, puede que no cause dolor, pero siempre debe causar respeto. Un suicidio, además de respeto, suele ser causa de reflexión y nos preguntamos por qué.

A veces las causas parecen claras, contundentes. Eso piensan muchos del suicidio de Miguel Blesa. Un hombre que lo tuvo todo y a veces conseguido con poco esfuerzo y que se ve ignorado y rechazado por su ambiente de lujo, por sus amigos, desprovisto de su fortuna, cercado por la justicia y acosado por sus muchas víctimas, es pieza fácil de la desesperación. Es verdad que Blesa –y otros- hizo mucho daño a miles de personas que se vieron engañadas por las preferentes; abusó de su poder y dilapidó mucho dinero ajeno con las tarjetas “black” y los fabulosos sobresueldos. Los últimos años de su vida no fueron precisamente ejemplares. Perderlo todo, el poder, el dinero, el prestigio y hasta la dignidad de un golpe debe ser muy duro. El puso final a su historia con el suicidio. Por respeto, descanse en paz.