El último tranvía

20 nov 2016 / 11:34 H.

Se suele decir que se hacen grandes obras en las capitales como escaparate ante el resto de la provincia. Realmente la obra del tranvía deslumbra desde que entramos en la ciudad. Una obra que todos conocen por su gasto ampliado y por los problemas de tráfico y las molestias que ocasionó durante su ejecución. Todos soportamos aquellos años duros en los que “para lucir hay que sufrir” pero el resultado fue inimaginable: Nadie pudo adivinar el estado tan lamentable que, más de un lustro después, presenta Jaén. Ese es el escaparate de una urbe dividida, sin capacidad de diálogo, sin planificación en la puesta en marcha del proyecto estrella que habíamos imaginado. Un diálogo de sordos entre administraciones, una falta de planificación de costes y mantenimiento como escaparate de una provincia que sigue lastrada a los últimos puestos en renta y paro de España. El último tranvía, llamado deseo, ha quedado reducido a un esporádico parking en una ciudad cuya orografía tiene dos grandes avenidas perpendiculares que suben y bajan. ¿Es necesario esto? Si no se puede mantener ¿por qué se construyó? ¿Quién arregla esto? ¿Quién nos entiende?