Elefantes y megaterios

05 may 2017 / 11:55 H.

Uno de los elefantes más famosos de la historia contemporánea de España es un paquidermo rojo con la pata delantera izquierda levantada en actitud de comenzar a dar un paso. Me refiero al elefante que venía dibujado en color rojo, sobre un fondo amarillo oro viejo, en el celofán que enarbolaba la marca del que fue el primer y más popular papel higiénico español: “El Elefante, de 400 hojas”.

Aquel exponente del “Estado de bienestar” apareció en nuestras vidas en los años postreros de la década de los sesenta del siglo pasado, cuando en una España que se apuntaba al desarrollo y a los avances sociales se empezó, haciendo alarde de progresía, por desprestigiar el hecho de ser de pueblo, no queriendo nadie parecerlo. Para ello cada cual escondía sus orígenes esforzándose por hablar “finolis” como los de Madrid, aunque a los rollos de “El Elefante, de 400 hojas”, que vino a sustituir para ese menester a los de periódico y a los de estraza, se les llamara coloquialmente sin pudor “papel del culo”.

Aquel elefante fue todo un paradigma de la sociedad que Cervantes ya había retratado en El Quijote, y que el franquismo sociológico trató de reproducir en sus planes de desarrollo: “Solo dos linajes hay en España, que son el del tener y el del no tener”. El papel de “El Elefante” tenía dos caras, una más amable pero resbalona, y otra más eficiente pero más áspera. El ser y no ser de los españoles.

No hace tantos años la muerte de un lejano elefante provocó que se conmovieran nuestros pilares institucionales. Detrás de toda disculpa, por regia que fuera, siempre quedó algo irreparable. No solo es que se hubiera matado un elefante, sino que quien lo hizo reinaba en un país cuyos dirigentes estaban dispuestos a resucitar el trasnochado elefante de las inciertas “400 hojas”, con todas sus texturas siempre rasposas, nada suaves y muy agresivas para sálvese la parte.

A los que nos amamantaron con la leche en polvo de la ayuda americana, allá por 1953, y ahora ya estamos inmersos en la “crisis existencial de los sesenta”, del mismo modo que padecimos el sarampión, las paperas y la reválida de sexto, le oíamos decir entonces a nuestros padres hasta la saciedad aquello de “los niños con los niños y las niñas con las niñas” y “tú hijo no te metas en na”. Cuando íbamos a la mili nos apercibían de que lo mejor era no sobresalir ni por arriba ni por abajo, y sobre todo no llevar el paso cambiado. En una palabra: “No mojarse el culo por nada ni por nadie”. Las niñas, por su parte, debían educarse para llegar a ser hacendosas esposas, buenas madres y, sobre todo, expertas cocineras instruidas con el recetario de la Sección Femenina. De los niños se esperaba que fuéramos tan disciplinados y patriotas como los de la OJE, tan buenos como el niño San Tarsicio, tan campeones como el Real Madrid, y tan valientes y, a ser posible, tan ricos como una figura del toreo.

Viendo lo que ahora vivimos a diario en estos tiempos de la posverdad, uno siente un gran desconsuelo emocional. Nunca llegué a pensar que cuando Alfonso Guerra decía aquello de que a España no la iba a conocer ni la madre que la parió, no nos auguraba ni la “España del talante” de Zapatero, ni la “España va bien” de Aznar, ni la España del “todo lo que se refiere a mí no es cierto, salvo alguna cosa que han publicado los medios” de Rajoy, sino una sociedad en la que los mitos huecos de nuestros adolescentes son los que pretenden encumbrarse sin necesidad de arrimar el hombro ni “mojarse el culo”.

El primer elefante que se llevó al Museo de Ciencias Naturales en Madrid lo mandó traer el rey Carlos III desde Filipinas. En 1788 llegó al museo el esqueleto de un megaterio desde Argentina. Carlos III le pidió al virrey por carta que le mandara un megaterio vivo. En diciembre de ese año el rey murió sin saber que los megaterios se habían extinguido, y desconociendo que el índice de prosperidad de un pueblo se mediría por la cantidad de papel higiénico que consumía. ¡Él, que decía que los españoles éramos como los niños pequeños, que llorábamos cuando se nos limpiaba el culo!