En noviembre

04 nov 2016 / 10:01 H.

Los primeros días de noviembre cuando se alargan las sombras y las tardes enmudecen entre las hojas muertas suelen ser propicios para la reflexión y el recuerdo. Quizás por ello, la tradición nos dice que en el primer día hemos de tener presente y honrar la memoria de aquellos que nos precedieron y gozan de la paz que se ganaron con el sudor de su frente y la inocencia de sus actos, mientras que en la lúgubre noche que da paso al segundo día habría que tener cuidado de apaciguar a los espíritus insatisfechos, esas almas en pena que purgan sus supuestas culpas en algún arcano e inhóspito espacio, y que según la creencia popular, vagan entre las tétricas tinieblas sin encontrar el consuelo que dejaron al partir, ese alivio de dolor que las más de las veces dejaron a sus deudos cuando por fin se fueron. La vida en este valle de lágrimas al que nadie quiere renunciar de “motu proprio” es así de agridulce, casi amarga, y para pasar los trabajos, atemperar el cuerpo y endulzar las penas, en tan señaladas fechas, antaño solíamos comer castañas asadas y gachas con matalahúva por estas tierras del Santo Reino. ¿Quién se acuerda ya de esas cosas tan sencillas y familiares que sucedían a mediados de otoño un año tras otro? De brujas ni hablábamos, nos quedaban tan lejos; y de Halloween no teníamos ni la más remota noticia por estos pagos que ahora están colonizados por payasos y mascaritas más propias de Carnaval, esa fiesta lúdica y desenfadada que anunciaba el ocaso del invierno y que por desgracia también está en trance de desaparecer. Corren malos tiempos para los amantes de la cultura popular y las verdaderas tradiciones; esas que nos enseñaron nuestros abuelos, a los que una vez más hemos tenido ocasión de llevar flores en estos días tan entrañables. Hablando de tradiciones, por estas fechas aprovechando la humedad del campo, en los pueblos de Jaén era tiempo de simienza y una vez acabada esta faena se miraba al cielo con insistencia y esperanza suplicando la ansiada lluvia mientras el tiempo iba cambiando y con los primeros fríos se cumplía con aquel dicho popular que dice ‘a todo cerdo le llega su San Martín’. De tal modo que desde mediados de noviembre y hasta el día de San Andrés llegaba el ‘guilindico’ plato excelso donde los haya que es un guisado de callos con patatas, las chichotas, los torreznos, los chicharrones y todos los demás avíos propios de una buena matanza que hacía más llevadero el largo invierno, y de cuyos productos más nobles (chorizos, morcillas, costillas y lomo de orza) se hacía acopio para sacar fuerzas con las que acometer con alegría las duras faenas del campo. Hoy para hacer una matanza, primero hay que hablar con San Pedro y ni así se consiguen los permisos pertinentes, de tal modo que no se hace nada de esto y todo se fía a hacer la compra en el mercado de turno. Ni siquiera se prende el fuego de la chimenea con los leños de olivo para cocer los pucheros a fuego lento y sin embargo se hace la barbacoa con carbón vegetal que además de no dar trabajo evita perder el tiempo preparando las ascuas a prisa y corriendo. No es lo mismo pero todo es mucho más práctico. A cambio de eso se ha perdido el aroma, el gusto y el placer de las cosas bien hechas. En resumen que todas estas costumbres han pasado a mejor vida y ya sólo nos queda el recuerdo. Pero aquí estamos y con esos mimbres tenemos que seguir adelante y tejer una y mil veces el cesto donde recoger el fruto de nuestros olivos que aunque sedientos por la falta de lluvia, lucen entre verde y morado con todo su esplendor bajo el tibio sol de otoño, sacando de las entrañas de la tierra la fuerza para ofrecernos una nueva cosecha de aceitunas que casi maduras están esperando en el campo a que llegue el gozoso momento de la recogida, esos días que dan sentido a todo el año cuando el aceite nuevo huele a gloria. Noviembre en esta tierra es tiempo de recuerdos pero también de esperanza, de limpieza de trojes, aperos de labranza y almazaras. Y eso es lo que importa, que la vida sigue y ya tenemos nuevo gobierno, del que poco debemos esperar. Y aquí lo dejamos que hoy no toca hablar de política.