Entre balón y balón, una alegría

De col en col, Jaén apenas encuentra lechugas, son excepciones, pero cuando las hay le rentan, como la visita de Iniesta a Carboneros >> Salimos para bien en todos los ‘Telediarios’, no por un deastre natural o porque a alguien se le cruzaron los cables

24 jul 2016 / 11:53 H.

Dice Iniesta, con su sencillez innata: “Héroe es el que tiene que luchar contra una enfermedad o emigrar para dar de comer a sus hijos, yo solo soy un futbolista”. Admirable por el fondo, ejemplar en la forma, que Andrés Iniesta es un ciudadano comprometido con su entorno y da muestras, no solo dice, hace, y mucho. Mucho bien el que nos depara con sus diabluras futbolísticas, siendo tan menudo y pequeñito en ese enjambre de dispendio físico y músculo en el que se ha convertido el fútbol hoy, y, por qué no decirlo, mucho bien el que expande cuando no juega con su equipo o con la selección española y está de un lado para otro, además de en su Albacete natal, atendiendo, asistiendo, compartiendo con la gente sencilla como él, haciendo de lo cotidiano bandera o de su cercanía permanente comunión con sus orígenes modestos y pletóricos de valores, los que a su media voz tímida recalca Iniesta que le inculcaron sus padres. Cual refranero, entre balón y balón, una alegría, porque a Andrés Iniesta siempre le vemos con las causas nobles, la mente clara y el corazón presto a compartir. Sabe que puede hacer feliz a tanta gente que dedica tiempo de su descanso a los demás. Y nos hace tan felices cuando le vemos jugar así de maravilloso y nos hace sentirnos tan grandes cuando se deja acompañar que no hay por menos que darle las gracias eternas por ese gol campeonísimo ante Holanda en la final de la Copa del Mundo, pero mucho más por ser como es. En Jaén ya lo sabemos, gracias a la imaginación y la labor de un hombre acostumbrado “a picar piedra”, que tanta falta haría en todos los órdenes de la vida jaenera, como es Domingo Bonillo, alcalde de Carboneros (641 habitantes). Presa de su inquebrantable fe en las personas y aderezado de una bonhomía a espuertas, Bonillo teje amistades en bien de su pueblo, y de Jaén, y nos brinda jornadas como la del jueves, donde un ídolo mundial llega en coche a Carboneros, es nombrado hijo adoptivo, se hace cientos de fotos en el polideportivo y comparte mesa en la finca de los hermanos Collado con medio centenar de jiennenses. Grande entre los grandes Iniesta, en la tele, y también de cerca, con el poso de la buena gente que derrama su mirada y ejemplifican sus gestos.