“Entrecomillado”

17 sep 2018 / 12:02 H.

En general soy un desastre con todo lo que tiene que ver con las comas, ya sean las propiamente dichas que nunca sé dónde ponerlas, sus diminutivas; las comillas, o el mismísimo punto y coma que no me cae bien (¿ves? Creo que ya he metido algún punto y coma que no debía). Sea como fuere, lo que peor llevo es utilizar el entrecomillado cuando cito textualmente algo o emplear el holgazán (sic) en párrafos que ocupan más de tres o cuatro renglones. Tampoco me prodigo con la elegante cursiva, o lo que es más grave, apenas manejo las comillas para dejar claro que soy lista y que he escrito palabras con intención irónica y no por error. En todo caso, el mismísimo periódico ABC, analizando la tesis doctoral del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha dicho que copiar y pegar sin entrecomillar es plagio y está prohibido “punto”. Así pues, lo mismo que Ana Rosa Quintana ha hablado de plagios en su programa de televisión, aquí me veo yo hablando de “entrecomillados”, porque entrecomillo poco y mal y tengo que hacer algo al respecto, que la vida da muchas vueltas y una no sabe qué escollo podría poner fin a su futura carrera política. Recuerdo que hace apenas cien días, cuando aquí no se dimitía ni por la destrucción de los ordenadores de un ex tesorero, ni por llevarse el 3% en comisiones por obra pública, ni por malversación, fraude, apropiación indebida o tráfico de influencias, mirábamos con envidia los países donde si un político cometía una infracción, abandonaba su cargo público. Como aquella ministra sueca por haber dado positivo en un control de alcoholemia, o un ministro británico por intentar ocultar una infracción de tráfico, o aquel ministro de Defensa alemán tras ser acusado de plagiar su tesis doctoral. Sin embargo, ahora, pasados cien días, no tenemos nada que envidiar a esos países pues dos ministros han dimitido, uno por discrepancias con Hacienda y otra, por irregularidades en un master universitario. Estaría bien que aprovecháramos esta coyuntura nacional para profundizar un poco más, porque si no profundizamos corremos el riesgo de quedarnos en la superficie junto a la anécdota del entrecomillado. Así que analicemos sin complejos la “implementación” del concepto de democracia en algunos instituciones, ya que quizás hayamos podido creer durante algunos años que nuestro país había entrado en un estadio de la democracia en el que esta se daba por supuesta y ahora debamos examinar algunas entidades orgánicas, como puede ser la universidad, que tradicionalmente acarrea ciertas connotaciones feudales (sin comillas). Así, para no acabar diciendo que todo es culpa del Plan Bolonia, los criterios para valorar si nuestra universidad es endogámica y precaria tendrían que pasar por comprobar si existe democracia interna sobre la base de un sistema representativo de gobierno: viendo la forma de ingreso en la carrera académica a través de lectura de tesis, los procesos de acreditación, la existencia de grupos jerárquicos y clientelares, la calidad del empleo, la calidad docente, los niveles de participación política, la representatividad de los estamentos universitarios, las igualdades en el acceso a la educación superior, el grado de debate interno en la toma de decisiones o la accesibilidad de fondos para la investigación, la internalización, sostenibilidad o transferencia, entre otras cuestiones que, al menos a mí, me provocan, todas ellas, un cierto relato pesimista.Mientras tanto, no estaría mal que quienes se dedican a la política dejen atrás la ‘titulitis’ y que sean un poco más escrupulosos con sus currículum; algunos de ellos, por cierto, cada vez más menguantes. Porque son muchísimos los estudiantes que tienen que sacrificarlo todo para sacar adelante un grado, un master o un doctorado, sin que nadie favorezca sus calificaciones. También estaría bien, por ejemplo, que se dejara de aprovechar la valoración subjetiva de una tesis para lanzar campañas de desprestigio contra todo un gobierno, porque vamos a acabar dudando de que Pedro Duque haya estado en el espacio... o que no sea duque de verdad (esto último con comillas, claro).