Érase una vez Jaén

05 feb 2017 / 10:54 H.

Había una vez un territorio donde los poderes fácticos decidieron hacer pruebas. Consistían en comprobar hasta donde podía aguantar un pueblo sin revelarse. Hubo entonces cónclave en un suntuoso salón; el gran consejo, tras oír a los grandes chamanes de lo económico, decidió empezar eliminando los trenes; había de evitarse que los pobres viajasen demasiado pues aprenderían de otras tierras. Los trenes fueron a menos, quedó una estampa esteparia, líneas cerradas y vacías, estaciones fantasmas. Y funcionó, el pueblo nada dijo, pareciese enfermo de olvido y nostalgia. Del tren solo quedaron conversaciones de mesa camilla, recuerdos imborrables de viajes a otros mundos. Tras ver que lo de los trenes funcionó, creyeron llegado el momento de seguir con las carreteras. Hubo discusión sobre si esto sería acertado, casi todos los humildes tenían coche y podría generar recelos. Sucedió como con el ferrocarril, las carreteras dejaron de ser prioridad para esa parcela del reino, y el Pueblo nada objetó de nuevo. El experimento fue un éxito, les salió el Jaén actual.