Esencia giennense

02 ago 2017 / 10:50 H.

Ya lo decía Castelao, nuestro gallego ensayista, dibujante y político, cuando se refería al conjunto de bienes culturales que se transmiten de generación en generación: “La tradición no es la historia, la tradición es la eternidad”, una eternidad que no por arraigada es siempre bien conocida, como considero que es en nuestro caso dentro de la provincia de Jaén. Bien es cierto que solemos conocer mejor lo aledaño, por aquello de pensar que es mejor lo que tienen otros, restándonos importancia —quizá inconscientemente— y acabamos perdiendo la perspectiva de que lo que poseemos es rico en esencia. Y por aquello también de que Jaén es relevante en casi todo, también en sus manifestaciones folclóricas —como en alguna ocasión he pretendido dejar constatado desde esta tribuna—, no sería mala idea ir potenciando nuestro acervo cultural desde los propios centros de enseñanza, si no como materia propiamente dicha, sí como efectivo complemento de cuanto nos rodea, expresión sin igual de nuestra peculiar delimitación provincial, que no provinciana. Hagamos la prueba, si no, y preguntemos a nuestros cercanos adolescentes —y no tan adolescentes— si saben lo que son los melenchones, el bolero o las “jaeneras”, típico todo de nuestra capital; prosigamos en nuestro empeño, ahora con el fandango de Charilla, de Alcalá la Real, o ese otro llamado “robao”, que se baila, además, a modo de cortejo entre mozos y mozas en La Iruela, no exento de colorido; continuemos preguntando por las “mayeras”, o la jota de Iznatoraf, o por las canciones de corro de Martos, o la jotilla serrana de Pozo Alcón, Puente Génave; hagámoslo, ahora, con La Puerta de Segura y su fandango del “chirichupe”, o Santiago-Pontones y su “danza del hornillo”; ya no digamos si nos detenemos en Valdepeñas de Jaén, y su fandango llamado “el suelto”, o Villanueva de la Reina y sus “mononas”... Este intento podría llevarnos hasta la saga —ahora tan de moda— de “Juego de tronos” y, con todo, manejaríamos material —más que de sobra— para llevar a cabo una completísima tesis doctoral. No dudemos en acercarnos, pues, —poco importa el cauce— hasta nuestra esencial idiosincrasia, porque de ahí a esa eternidad de Castelao, sólo hay un paso.