España en órbita

18 jun 2018 / 09:53 H.

No hay que estrujarse mucho las meninges para relacionar esta frase con uno de los nuevos ministros del gobierno. Es, claro, Pedro Duque, uno de esos fichajes “estrella” que auguran tiempos de diferente calado en aspectos sociales, económicos o culturales. Pero, siguiendo con el símil astronáutico y parodiando una de las más famosas frases de nuestras aventuras espaciales: “Tenemos un problema”. O muchos más. Todos derivados de los cimientos en que se construye y se ha construir esa nueva identidad política. Uno es la escasa base en el Congreso. Sus exiguos diputados en modo alguno podrán levantar propuestas si no es entregando parte de sus proposiciones al tira y afloja de un dialogo que chocará con el segundo de los problemas. La suma de votos recibidos para auparse con el gobierno proviene de tal maremágnum de posiciones ideológicas que, al menos en principio, parecen difíciles de contentar. Independentistas, populistas, antiguos amigos del terrorismo —según palabras de los telediarios— se unen frente y contra la corrupción a la espera de que sus ideas se abran paso en un futuro que se antoja complejo. Apenas horas después de la toma de posesión del nuevo gobierno y ante la mera insinuación de alguna de sus próximas acciones en temas sensibles —léase Cataluña—, han aflorado sospechas y críticas incluso por parte de quienes lo apoyaron muchos de los cuales ansiaban formar parte de los nuevos sillones azules aun cuando no lo explicitaran claramente. Jugar con reformas en nuestra Constitución es hacerlo con fuego si no se plasman conveniente y sensatamente las circunstancias en que se realizarán y los efectos que se pretenden alcanzar. La ley fundamental no puede estar prendida en el tendedero de los “toma y daca” ni ser moneda de cambio de, digamos, locuras secesionistas. Solo con un ponderado diálogo y con muy reflexivos apoyos se podría llegar a soluciones que no se alcanzarán desde posiciones arriesgadas fruto de la presión del momento. Por otro lado la deseable expansión de gasto en cuanto a salarios, pensiones y prestaciones sociales de indiscutible necesidad han de basarse en criterios serios y, tal parece, que en nuevos impuestos que amplíen el colchón de esas huchas oficiales de las que oímos hablar en los medios. Algo que, quizá, no guste a ciertos sectores y asuste a otros. España parece haber entrado en otra órbita distinta, en otra situación cuya bitácora estelar está aún por escribir. Que las manos que han de plasmar esa trayectoria sean mayoritariamente femeninas puede dar un soplo de patente entusiasmo pero los meteoritos son muchos y acechan el camino. Habrá que empujar a la nave. Preferiblemente todos a una. Hasta el infinito... y más allá.