Experiencias que enriquecen

02 ago 2017 / 10:50 H.

Durante los pasados días del 22 al 29 de julio, un grupo de jóvenes de la Diócesis de Jaén ha peregrinado a Santiago de Compostela. Han sido ciento veinte kilómetros movidos por la fe que culminaron para encontrarse con el Apóstol y que fueron recibidos por nuestro Obispo de Jaén que presidió la Misa del peregrino en el altar mayor de la Catedral compostelana. Cinco jornadas caminando con ampollas, dolores y muchos esfuerzos, pero con una inmensidad de “pequeños detalles que muestran la grandeza de caminar juntos” favoreciendo la convivencia y el encuentro profundo con el Señor y con los hermanos. Una experiencia enriquecedora que fortalece corazones, une almas e ilumina caminos. Al igual que los cientos de niños y jóvenes que durante este verano participan en campamentos, colonias, peregrinaciones, que se enriquecen de la convivencia y descubren otras formas de caminar por la vida cargada de valores que engrandecen al ser humano. Le comentaba a uno de los sacerdotes responsables de esta peregrinación que experiencias como ésta no tienen precio. En medio de este mundo carente de valores se necesita peregrinar, orar, caminar, convivir, compartir; es la única forma de que nuestros jóvenes crezcan rodeados de personas que les muestren caminos que conducen a la auténtica felicidad, lejos de recetas baratas fáciles de conseguir que manipulan y no son capaces de sacar lo mejor del interior de cada persona; recetas que no construyen, sino todo los contrario, que destruyen y denigran al ser humano. Desde Jaén, por cuestiones familiares, he vivido de cerca este Camino. Los peregrinos me han transmitido alegría, ilusión, esperanza, razones para seguir construyendo y motivos para caminar y afrontar con sentido lo que la vida nos muestre cada día. Y como el Camino no termina en Santiago, desde el agradecimiento al Señor por todo lo bueno que recibo cada día, son precisamente esas razones y motivos los que ahora necesito para afrontar, también por cuestiones familiares, una etapa complicada de mi vida en la que no me pueden faltar la esperanza, la alegría ni la confianza en Dios.