Fausto Olivares
En este momento, él es, asomado a la memoria, un silencio hermoso entre dos estrépitos, el primero de los cuales acabamos de sufrir: la voz promisoria de vistosos y telegénicos candidatos, acometiéndose... (guerra de la efebocracia, apuntan los maledicentes). Y un candidato más con notable experiencia y la esperanza de que no le ahorquen el seis doble en la misma mesa en que se sentó su paisano el inefable D. Manuel. El segundo estrépito se producirá esta misma noche con resultados que no satisfarán a nadie pero que todos proclamaran el éxito con mayor o menor pudor. Entre estos dos estrépitos y como consecuencia de pura casualidad, se erige la figura de Fausto Olivares, pintor extraordinario de Jaén que no ha sido objeto en esta ciudad de un análisis profundo que arroje luz sobre su aportación creativa en la mitad del siglo pasado, en la que, con una percepción absolutamente original, Fausto Olivares sintetiza, ensambla y recapitula distintos lenguajes estéticos del expresionismo; y ello con una audacia y descaro que tal vez algunos no valoraron, pero que los mejor informados supieron captar. En realidad no era necesaria tanta erudición para obtener indicios sobre el universo espiritual de Fausto. Suficiente con realizar un mínimo esfuerzo de atención respecto de pintores como Edouard Pignon (1966) ante su creación “buceadores multicolores”. O a Otto Dix que insuflo nuevas energías a la fase última del expresionismo. O con anterioridad “La muerte y las mascaras” de James Ensor: “...mascaras dolientes, escandalizadas, insolentes”, flotando en la truculencia de un color en el que lo trágico, festivo o grotesco forman una turbulenta fiesta callejera que ha durado hasta la amanecer, ¿cómo no recordar el escenario y esplendor carnavalesco de Fausto?. ¿Cómo no conectar, con posterioridad a la expresada escuela de Ensor, el tríptico de “Santa María Egipcíaca” pintado por Nolde, en las primeras décadas del siglo pasado, con la proyección de este lenguaje pictórico realizado por Fausto en la década de los setenta?. Lo cierto es que Fausto creo su propia objetividad y en consecuencia una forma original de comunicación. El elemento diferenciador que cabe constatar, como definitorio de este lenguaje, viene determinado por una inconmensurable pasión por el flamenco, un conocimiento exhaustivo de este arte. Estremece pensar —según me comentó su compañera Gerardin— que en los últimos instantes de su vida pidió la audición de la soleá de Alcalá, de Manolito María. La influencia del flamenco, en el arte de Fausto Olivares fue esencial y aparecerá pormenorizada en un amplio ensayo, primavera de 2016, con el titulo de “Expresionismo Jondo de Fausto Olivares”. El próximo día 23 de los corrientes, a la 7h de la tarde, en el Museo Provincial se celebrará una amplia exposición de Fausto Olivares, gracias al esfuerzo, entre otros, de María del Mar Crespo. Veremos.