Fuego festivo, humo sagrado

San Antón, la fiesta de los pueblos agrícolas desde tiempos lejanos, gana terreno en la provincia de Jaén >> El fuego se abre paso para vivir y disfrutar de unos días de fiesta, cuando antes era un ritual de purificación y renovación de la Naturaleza >>

21 ene 2018 / 11:31 H.

No hay celebración más popular y arraigada en el acervo cultural de los pueblos agrícolas que la de San Antón, más ahora por la bendición de los mascotas, pero de siempre porque las sociedades antiguas convirtieron el fuego en ritual de purificación y renovación de la Naturaleza. Fuego festivo para darle vida al cuerpo, machacado por las tareas del campo, las inclemencias y, especialmente, la pobreza de todos cuantos servían al señorito de turno y si acaso en un supremo gesto de santificar su nada ejemplar vida permitían ínfimas aparcerías que sabían a gloria celestial a los jornaleros. Fuego festivo, ya les digo, porque había que dar rienda suelta a la alegría al menos una vez al año y humo sagrado con el que encomendarnos a los dioses para que hiciesen nuestro caminar diario un poquito más llevadero. Reverdece San Antón.

Sabido es el dicho popular que magnifica la importancia tal de la historia de San Antón en nuestras vidas y en las de nuestros pueblos que, como bien saben, “hasta San Antón, Pascuas son”. Así las cosas, acabamos de dar por cerradas unas fiestas cristianas que con el patrón de los animales decimos adiós a todo lo que sabe a Navidad. Sigue la recolección de la aceituna, está claro, que Jaén depende tan ricamente de esos jornales, pero no han sido pocas las aldeas que hacen cada San Antón una parada en la bendición del fruto del olivo para congraciarse con la más honda de sus tradiciones, la que viene a decir que en tiempos de frío y desazón común hay que quemar lo malo y soñar con lo bueno. Sea porque acumulamos desengaños y, torpes agricultores, no supimos sacarle el verdadero fruto a la tierra, fuere porque los designios divinos se aliaron con la Naturaleza para negarnos los bienes agrícolas que tanto habíamos sudado, el caso es que cada San Antón suponía en la memoria de nuestros antepasados la oportunidad pagana y terrenal de escapar de la monotonía y el permanente recuerdo del hambre. Ya no es así, afortunadamente, pero bueno es recordar que por San Antón el fuego sagrado tenía su origen en el fuego festivo de los desheredados de la tierra.