Habrá revancha

14 ago 2017 / 22:18 H.

El penúltimo capítulo de la historia de encuentros y desencuentros del Partido Popular está dedicado a la revancha, a ese tipo de acción que, en forma de represalia, dará potestad a quienes tienen la sartén por el mango de decir “aquí estoy yo”. Reiterado es el enfrentamiento abierto entre dos equipos dentro de una misma fuerza política que, lejos de buscar la integración y el “aquí no ha pasado nada”, tan habitual en el arte de hacer posible lo imposible, continúan con una guerra de platos que a todos dejará sin vajilla. Encendidos están los ánimos desde aquella simbólica puesta en escena en la que el alcalde de Porcuna, líder de la corriente crítica, abandonó su escaño en la Diputación Provincial de Jaén para sentarse en el espacio reservado para el pueblo. Miguel Moreno, enfrascado en una actitud imparable hasta que se demuestre lo contrario, abrió una espita que simulaba estar cerrada y que, a todas luces, tendrá consecuencias directas entre quienes lo acompañan en el camino.

El aparato, ceñido a esporádicos comunicados de prensa, pretende huir de polémicas que para nada son estériles y resulta misión imposible encontrar una respuesta cuando el enemigo político ataca. Sin embargo, entre bambalinas se teje la madeja de la reparación del daño. El sector oficial, liderado por el nuevo presidente provincial del Partido Popular, Juan Diego Requena, tiene diseñada una estrategia alejada de la contraseña de la integración y cercana al retiro espiritual de quienes no están con San Clemente. Lo primero fue abrir expedientes por insultos, amenazas y actos de consideración grave a cinco compañeros y, a tenor de las circunstancias, habrá algunos más. Fuentes bien informadas aseguran que la dirección regional intentó frenar la política disciplinaria por activa y por pasiva, pero sus intentos por pacificar los ánimos con una utópica unidad cayeron en saco roto. Lo próximo será abrir el melón del grupo que se sienta en el monumental palacio de la Plaza de San Francisco.

El cambio de sillones, interpretado por los críticos como una discriminación y defendido por los oficiales como un reparto justo, es solo la punta del iceberg de lo que, si alguien no consigue parar lo imparable, llegará más pronto que tarde. De los diez diputados que tiene el Partido Popular, hay cinco que cobran por representar a sus comarcas. Miguel Contreras y Ángeles Isac tienen liberación total y Agustín Moral, Jesús Estrella y Francisco Gallarín cuentan con media. El resto cobra por asistencia a comisiones. ¿Qué puede pasar a partir de ahora? Todo está por ver, porque en esto de lo público cambian las tornas de la noche a la mañana. Sin embargo, todo parece indicar que la dirección del partido empezará por retirar el sueldo a quienes no son de su confianza para que los que restan que no son de la cuerda del aparato, por voluntad propia, pasen al grupo de los no adscritos. Ya se intentó con el iliturgitano y, aunque su reacción hizo dar marcha atrás, habrá un último intento en el próximo pleno. Con el carolinense esperarán a ver qué ocurre con los asuntos judiciales pendientes con una firme intención: solicitar la suspensión cautelar de militancia para, de paso, arrebatarle la presidencia del municipio al que representa. Ya tiene hasta sustituta en La Carolina, Paloma Payer. El rumbo de los acontecimientos ejercerá tal presión que la estrategia de la dirección pasa, según las fuentes consultadas, por que el líder de los críticos abandone y, con él, otros diputados populares más, como el alcalaíno Marino Aguilera. Todo está por ver. El verano es muy largo. Demasiado.