Haciendo Jaén, Hacienda Jaén

12 nov 2016 / 11:04 H.

No son pocas las ocasiones, en las que los jienenses nos hemos sonrojado por las cifras que nos relegan a los últimos puestos en los indicadores sociales y económicos del país. Pero tras los sofocantes calores estivales y la EPA del tercer trimestre, llega noviembre, dichoso mes, que entra con los Santos y termina con San Andrés, y nos bendice con el mejor fruto de la tierra, que es el aceite de oliva virgen extra. Verde, que te quiero verde. Las almazaras se ponen de gala y presentan sus aceites tempranos, con ese orgullo de lo nuestro, orgullo local. Es, sin duda, el amor a tu tierra, a tu gente, a una profesión como la agricultura, la que mueve a que cada vez más oleicultores adelanten su cosecha para obtener los más excelente caldos de zumo de aceituna. Es la emoción de ver como reconocen esa calidad, como aplauden ese esfuerzo, la que provoca un nudo en la garganta, que se lubrica con ese trago dulce y amargo del primer aceite de temporada. Atrás queda la cuenta de jornadas de sol a sol, de cielos sin nubes, de rendimientos bajos, y todo por presumir, que esta profesión también dignifica, que no somos los últimos, que somos los mejores, que ahora nos toca a nosotros, que así se hace Jaén. Haciendo Jaén, a pesar de las dificultades y de la falta de apoyos, del olvido, y de la aparente resignación. Esa apuesta por la calidad, ha contagiado de orgullo a los nuestros, y tanto cooperativas como almazaras privadas, pujan por obtener los mejores resultados en los certámenes de calidad. Es una rivalidad sana, que castiga la desidia y la pereza, y premia la inquietud, la innovación, la rebeldía por querer cambiar y mejorar. Al margen de la almazara galardonada, todas pueden colgarse la medalla. Una insignia que es una marca, que es marca “Aceite de Jaén”. Orgullo otoñal, que marca de ocres colores nuestras sierras y nuestros valles, para recibir a cada vez más turistas que visitan este paraíso interior, que huele a tierra mojada, a aceituna, a lumbre, a pueblo. Cae la tarde, y el cielo se llena de pinceladas que parecen apagar un paisaje, que invita a recogerse en el hogar, a encontrarse consigo mismo, a buscar esa inspiración, que nos permita vivir el presente, sin ansiarnos por un futuro incierto. Orgullosos olivareros y orgullosos hosteleros, haciendo Jaén, en Jaén. Pero este orgullo otoñal, nos trae también el nombramiento de un Secretario de Estado de Hacienda, con denominación de origen Jaén. Nuestro alcalde Fernández de Moya, será, quien junto a, nuestro también jaenero, Ministro Montoro, conduzca las cuentas públicas del reino. Una buena noticia, que se convierte en oportunidad, de quien puede hacer Jaén, no desde Jaén, pero si desde un puesto de enorme importancia. Nuestro ex alcalde es ahora el presidente de la Agencia Estatal Tributaria, y se ha entrenado en el mejor centro de alto rendimiento para gestores públicos, como es el Ayuntamiento de Jaén. Déficit y deuda, al borde del abismo, que le habrán dotado de los conocimientos y las habilidades suficientes como para superar los más duros escollos. Es como el portero de fútbol que se entrena con pelotas de tenis o balones medicinales. Él, mejor que nadie, conoce los problemas de esta tierra, y la necesidad de que se establezcan medidas para revitalizar esta provincia. Garantizar una financiación pública acorde con las necesidades sociales de la población, debe complementarse con las medidas de incentivos tributarios a empresas que se asienten en las provincias más desfavorecidas. Más orgullo local, desde Hacienda, haciendo Jaén.