Harina de otro costal

08 nov 2018 / 09:43 H.

Se suele repetir que los bancos nunca pierden, y quizá sea normal dentro de la lógica financiera, siempre quieren ganar y ganar, sin dar nada a cambio. Aunque el egoísmo sea una realidad, por suerte no siempre impera en la ficción virtual a la que asistimos, espectadores estupefactos ante al show del aparato bursátil. Los ciudadanos de a pie pagaron la crisis y, cuando parece que vienen los auténticos brotes verdes, todo augura que seguirán pagándola sí o sí. Los bancos van a lo suyo y no se les exige lo contrario, de hecho nadie espera otra cosa, pero que el Tribunal Supremo vaya en la misma dirección, eso ya es harina de otro costal. Qué argumentos ostenta para que, en menos de tres semanas, se haya cambiado de un lado a otro sin grandes explicaciones, excepto que el presidente del Tribunal se llama Carlos Lesmes y fue aupado por el PP. Habría que preguntarse si las personas hacen la política o la política por el contrario funciona por inercia, como por iniciativa propia, y no movida y motivada por individuos de carne y hueso, como ahora, que votaron 15 frente a 13. Desde el lunes yo andaba muy tranquilo y gozaba en cierta medida de un día aburrido, me dio por pasear, ver algún capítulo de una serie y hablar con mis amigos algo más de lo habitual sobre el Madrid, Lopetegui, Solari, Bale, Benzema, Asensio, etcétera. Desde el lunes yo andaba despreocupado pensando en mi futura hipoteca, pero hete aquí que si, finalmente, los bancos pagan esos impuestos, subirán los intereses, con lo que no se sabe bien si será peor la cura que la enfermedad, volviendo a estar a expensas de los que mandan: no hay alternativas. El corazón del pensamiento contemporáneo se basa en el proyecto ilustrado, ese mismo que para bien y para mal nos rige y marca el discurso dominante, incluida la crítica al sistema. Hablar de ilustración es hablar de liberalismo, porque en el siglo XVIII culminó el proceso liberal y tomó cuerpo la toma del poder por parte de la burguesía, que ya controlaba los medios económicos y quería los medios políticos. 1789, los emblemas de la razón. Conviene recordar que sin esas dosis —las justas y necesarias— de liberalismo, no habría surgido ningún proyecto humanista, incluyendo el marxismo, ni en el siglo XIX ni en el XX, por lo que no debemos ser injustos con nuestro proyecto, siempre que mantengamos y alberguemos la conciencia crítica —sus intersticios— como arma final y definitiva, reducto frente al pensamiento único. Al ritmo que vamos, sin embargo, no escaparemos vivos de esa maldición —tan humana— en la que el padre devora a sus hijos para que no le suplanten. No consuela que durante siglos haya sido así generación tras generación, porque alguna vez tendrá que parar, alguna vez deberá romperse esa inercia perniciosa y alguna vez se harán las cosas como hay que hacerlas. En este sentido la gente sin duda que se alegra por la decisión de Sánchez de revocar el recurso del fallo, aunque quién sabe si se lo devolverán votándolo. O no. Lo cierto es que es una noticia enorme, y determinaciones de este calibre hacen Estado, nación o país, que tratándose de España se alude a la inmanencia y a un tiempo a la desmembración, una especie de blandiblú o concepto abstracto. Pero lo que menos me inquieta hoy es la deriva nacionalista, porque hay días en que la realidad supera la ficción, cualquier virtualidad.