Hemos aprendido a vivir al día

06 jul 2017 / 10:42 H.

Una cosa sí que nos ha enseñado bien enseñada el amigo Mariano Rajoy, y es vivir al día. Como alumnos aplicados, no sólo lo hemos aprendido sino que se nos ha quedado bien recalcado. Me refiero a que tengas o no tengas trabajo, no ahorrar nada, gastarte lo que ganas y apenas administrar lo que recibes para ir tirando. Las mutaciones de una sociedad operan en función de su economía. Ahora hemos captado un poco más que esto se trata de un paseo y nos preguntamos con más ahínco existencial para qué merece la pena pasar tantas fatigas ahorrando, si luego llega una crisis y se deprecia todo, si los banqueros, ricos y altos ejecutivos acaban arramblando con todo con total impunidad. Y tan campantes. En un abrir y cerrar de ojos pasamos de que quien ganaba 1.000 euros al mes era un pringado a ser un privilegiado. Así que el señor Rajoy, al que he tildado irónicamente de amigo y que presume de pasar desapercibido, presidente del Gobierno sin llamar la atención, va como de puntillas por aquí y por allá, sin más escándalos que los necesarios, unas corrupcioncillas justificables, mire usted, alimentando el perfil bajo que tan buenos resultados electorales le ha dado, pues efectivamente la gente moderada de este país lo prefiere a las extravagancias, las salidas de tono de Podemos, o el doble lenguaje de Zapatero, que se fue por la puerta de atrás. Todavía el PSOE está tratando de salir de ese agujero. En cualquier caso, diría, se puede meter la pata, como Rajoy hace de vez en cuando, o como su partido en tan reiteradas ocasiones, pero sin perder la flema e incluso la mofa, llamando a las cosas por su nombre, y recuerdo aquel ejemplar ¡viva el vino!, al que nada hay que discutirle. Un poco de corrupción ¿y qué? Pelillos a la mar. La recuperación económica es el éxito de su política. Pero veamos, veamos, en lo que se basa esta supuesta recuperación. La hucha de la Seguridad Social cada vez más esquilmada, lo cual deja de generar beneficios, y aquí nadie se sorprende. Además, el Gobierno ha pedido un préstamo. Nadie se sorprende tampoco. La amnistía fiscal se ha dictaminado judicialmente como ilegal, ¿y qué? El nivel de pobreza en España toca límites insospechados hace dos décadas, los trabajos precarios no dan ni para pagar a la propia Seguridad Social. A este ritmo, y con este Gobierno, también se van a acabar los ahorros de la famosa hucha, pero en el fondo no dejan de aplicar lo que han enseñado a hacer a los trabajadores y clases medias, que es vivir al día. ¿Para qué preocuparse? Habría que pensar de otra manera para entender algunos de los problemas que se nos plantean tanto a nivel estructural, como en el día a día. Se suele achacar al colectivo la imposibilidad de cambiar el sistema, ciertamente se ha perdido la capacidad de presionar, de unir voluntades y hacer fuerza frente a los ricos, los poderosos y las injusticias. Y es así. El capitalismo ha logrado disolver cualquier atisbo no ya de conciencia (¿qué será eso, en manos del conformismo y la comodidad?), sino de lucha obrera. Los sindicatos, lamentablemente, se encuentran atrofiados y burocratizados. Habría que diferenciar entre responsabilidad individual y responsabilidad colectiva, sin mezclarlas y separándolas con meridiana claridad. Este sistema las confunde, superpone, las presenta del revés y, finalmente, las diluye en agua de borrajas. Concluyo. Como prefiero el vino, yo lo mejoraría con un ¡viva Baco! Por lo siglos de los siglos.