Historias

29 nov 2017 / 08:58 H.

Cada día que pasa, las historias me parecen más dudosas. Sobre todo, la historia de la gente o la de los grandes conflictos nacionales. Si el que la cuenta, la ha vivido, lo más fácil es que la vea bajo el color del cristal con que la mira, o sea, contando la feria según le fue. Y si el que la relata lo hace atendiendo al criterio de otros, la posibilidad de alejarse de la realidad es aún mayor. Así que existen pocas historias escritas que no contengan serias dudas. Que yo sepa, la única historia del Real Jaén publicada es la que yo escribí y se publicó en estas páginas de Diario JAÉN. El relato comprende desde 1922 a 1988. El texto de los primeros 15 años está sacado de archivos y de testimonios personales de amigos que fueron protagonistas del fútbol jiennense en aquella época. El resto lo viví yo muy ligado el Real Jaén, por lo que, al margen de las estadísticas de resultados y clasificaciones, cuento vivencias, anécdotas y sucesos que yo viví de cerca, de primera mano. Es obvio que algunos detalles me los guardé por respeto a determinadas personas, pero todo lo que escribí, sucedió.

Conocí a jugadores que ya es difícil que algún aficionado recuerde si no es de mi generación. Por ejemplo, Pedrín Cantero. Era un jugador nacido en Jaén, en 1929, que jugó de defensa derecho durante tres temporadas en la Olímpica Jiennense, formando pareja con Gonzalo Calahorro. Era un joven atlético, de unas facultades físicas admirables y arrolladoras, que causaban sensación a los entrenadores rivales. Cantero fue el único jugador al que los aficionados sacaron a hombros del viejo Estadio de la Victoria, en la temporada 1949-50, tras una soberbia actuación como delantero centro ante el Cádiz. Y yo estaba allí. Al terminar la siguiente campaña, y no lograr la Olímpica el ansiado ascenso, la directiva dio la baja a casi toda la plantilla. Cantero fue pretendido por el Málaga, Español y Sevilla, pero el que se hizo con sus servicios fue el Real Madrid. La primera vez que un jugador jiennense firmaba por el club merengue.

No llegó a debutar con el primer equipo madridista, que primero lo cedió al Zaragoza y después al Celta. En Vigo se hizo muy admirado y querido, y allí arraigó y se casó, fue padre de tres hijos y abrió un restaurante que se llamó “El Mosquito”, en el que pasó el resto de su vida, hasta que
falleció el 9 de marzo de 1982.