Mi feria

22 oct 2017 / 11:21 H.

Mi queridísimo don Antonio: Hoy de ningún problema queremos escribirle. Hoy, queremos hablarle de los recuerdos, de los que nos hacen sonreír. Comentábamos, la hija de Francisca y yo, acordándonos de la feria, de cuando éramos chicos, que tenemos vagas imágenes de ella. A nuestra memoria viene una infancia mucho más sencilla que la de hoy, esas caritas pintadas de nubes rosas y los dedos pegajosos del algodón de azúcar, los chorritos de agua cayendo sobre el coco fresco, el hombre con los carrillos colorados pisando las uvas. Esa feria de luz, colores, sonidos y traqueteo entremezclados con la ilusión de un niño que soñaba que era un cowboy del lejano oeste a lomos de su caballo, y conducía su formula uno, que luchaba contra la malvada bruja de la escoba, e imaginaba que tocaba el cielo con sus manitas desde la noria, que se sentía el mejor tirador que jugaba a la puntería imitando a Buffalo Bill, y era un campeón cazando patitos, ... Y cuando se apagaban las luces y el sonido, el niño cabizbajo agachaba la mirada y se quedaba pensando cuáles serían sus nuevas aventuras en la próxima feria. Ojalá, don Antonio, nunca se pierdan estas ingenuas ilusiones, que, por sencillas, son las mejores.