¡El mar!

27 ago 2017 / 11:04 H.

Mi queridísimo don Antonio: Todo muerte, odio, destrucción ... El mar ... “origen de vida, que nos da vida, enorme bañera de sal con espuma blanca de olas y gel fresco de arena traída por el viento, que me envuelve y me abraza, que me azota en la cara y que saluda mi alma adormilada mientras te respira extasiada”; qué sosiego trae a uno sentarse delante del mar ... sus sonidos, su silencio; su color, azul, gris, negro, copiándose del cielo; quizá por eso esa tranquilidad al mirarlo, al escucharlo, al tocarlo; respetuosos ante su presencia, ante su fuerza, ante su paz; capaz, pese a su grandeza, de acariciarte; preso entre la tierra, en verdad es la tierra la que está presa de él, porque la tierra no sabe moverse, él sí; si quiere se torna espectacular, y si lo respetas, nada te hace sino sólo darte el placer de verle embravecido... Embravecido, alguien dijo: no hay fuerza que lo domine... “¡Jesús, sálvanos que perecemos! Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. Los discípulos asombrados decían: ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” Es Dios, el Señor de usted, don Antonio, el de la Hija de Francisca, mi Señor... el de todos.