Incongruentes a la Carrera

13 feb 2019 / 18:38 H.

Muchos padres exigen atención infinita en los centros escolares para sus retoños y, contrastes de la vida, a la mínima contrariedad (a veces, ni eso) les endosan la tableta o el móvil para que se callen y se entretengan, sin pensar (para qué) en que los están convirtiendo en unos yonquis del Wifi. Los profes ven con claridad el declive en la educación, pero un buen puñado de ellos se amolda a los tiempos y pone la mano para recibir su soldada a fin de mes: gamifican, le dan la vuelta a la clase, cada vez exigen menos y menos (ahí está el meollo, me temo) y se encogen de hombros y cantan aquello de “Sign o’ the times” de Prince, que en paz descanse. Ya, igual no se acuerdan ahora, pero el de Minneapolis dijo en esa canción de 1987 que era extraño que todo el mundo quisiera seguir volando cuando un cohete acababa de reventar por los aires. Por contextualizar, firmó la composición poco después de la tragedia del Challenger. Hoy la catástrofe es ecológica y sucede sin estridencias ni estallidos: se demanda que cuidemos el medio ambiente cuando la mayor parte de la fruta viene plastificada; y, si no es toda igual de perfecta, de redonda, de siliconada... a tirarla, que no nos gusta. Promulgamos la diversidad y la inclusión social hasta límites maravillosamente demenciales, pero en la verdura no las toleramos. Hablemos de feminismo, si les apetece meterse en ese charco. La mujer no es un objeto sexual, pero pongan los vídeos musicales o enchúfense a la publicidad de perfumes y verán lo que sucede. Ni una gota de celulitis, ni una imperfección; todo de plástico fino, sin roles ni desviaciones. No seas falso, no mientas: y los modelos de nuestra sociedad, esa gente en la que se fijan los chicos, haciendo lo contrario cada día. Políticos, deportistas. Desfalcan y escupen y engañan. Por igual. Esa gente poderosa cuya popularidad crece como la espuma a pesar de todo y que (se supone) está a años luz de los currantes. Lo increíble es que estos últimos se atan al mástil para escuchar los cantos de sirena en increíbles virajes populistas de última hora. Pero vamos, amigo mío, que te den un trabajo fijo, una plaza en Diputación, yo qué sé, y al mes le das la vuelta a la chaqueta y resulta que tu lucha es defender los dos desayunos y el derecho a engancharte a Facebook durante tu jornada laboral. El otro día me encontré a un repartidor (me pareció que era un compañero de la infancia) en su furgoneta intentando dar el giro entre las calles Hurtado y Obispo Aguilar (échale huevos al tema) y despotricando, claro, sobre la ordenación del tráfico. A ver si vienen los de Vox y le prenden fuego a todo, decía con la ventanilla bajada y sudando la gota gorda. Vamos a peatonalizar la ciudad, para que sea más amable para el viandante: y ahí que plantamos dos coches en medio de la Carrera, como hermosas estatuas capitolinas. Ah, publicidad subliminal, debe ser eso. Que conste que han estado a punto de fastidiarme el artículo, porque los quitaron para la jamonada del pasado fin de semana. Pero ahí que nos los han traído de nuevo, lavaditos y bien encerados, gracias a Dios. Si tienes a Prince a tu lado, pídele que me lo explique, porque yo, de verdad, no lo entiendo.