Jaén, la tierra olvidada

20 ago 2018 / 11:59 H.

Con sus defectos, que los tiene a mogollón, con sus virtudes, que también las tiene por arrobas, Jaén siempre está, en la lluvia y en la nevada, junto a mi almohada. Con ella sueño, no fugaz y volandera no una noche de verano musical o poética, sino las cuatro estaciones del año. Lo sé. La quiero con locura, aunque, a veces, me reciba con las punteras del pie como hacen los faltos de educación y que desconocen en buen trato. Mi Jaén del alma mía, a la que le he dedicado los mejores momentos de mi poesía, si buena o mala, que la ponga de hoja de perejil la boba la boba crítica, no se merece ser la última en el conjunto de la región andaluza. Por ejemplo, el AVE, por ella no pasará nunca, a no ser que la clase política nos vea con buenos ojos y no con una aumentadísima lupa. Un día de estos, a través de esta mirilla, les voy a mandar un guasá con un escueto, pero significativo mensaje, cuyo texto lacónico será: ¡basta ya!, y que Jaén no puede esperar a que se tome una decisión, porque a los de Jaén la paciencia se les acaba ya. Que ya lo sé, que Jaén no tiene puerto de mar, y con solo las aceitunas picuales no es suficiente para reclamar, aunque nuestra razón principal consiste en pedir del guiso andaluz, lo justo, por imperiosa necesidad.