Jaén se vacía

09 feb 2017 / 11:23 H.

Ayer publicaba este diario unos datos relativos a despoblación que desde luego ponen a cualquiera a cavilar. Con 5.520 habitantes, Jaén es la cuarta provincia que más población pierde de toda España. Por poner un ejemplo, de los municipios que componen la Sierra de Segura, tan sólo Puente de Génave y Arroyo del Ojanco se escapan. Curiosamente los dos están pegados a la misma carretera nacional que sueña en ser pronto autovía. Los demás pierden habitantes por centenas. O por miles, como Santiago-Pontones con 1.087, o el total de la Sierra de Segura que pierde 2.500. Hasta la mismísima Cazorla se entretiene en perder casi 600 habitantes. Se supone que con la llegada del hospital la cosa cambiará. Sabemos que esto no es nuevo, que viene de largo, pero es que estamos hablando de datos referidos tan sólo a los últimos 15 años, a los que tenemos que añadir el hecho de que, bajando la población, se mantiene, —si es que no sube—, el índice de desempleo. No es un problema exclusivo de Jaén, por supuesto, pero vamos, que en el ranking oficial estamos bien colocados. Es verdad que surgen iniciativas interesantes y proyectos ejemplarizantes. Incluso se ha creado una Asociación Rural Mediterránea, que pretende aportar ideas de mayor trascendencia. Ojalá. Planes, recursos y fondos específicos para el desarrollo rural, siempre serán pocos, pero lo cierto es que ha habido suficientes como para que esta tendencia hubiese mejorado. Lo que ha faltado es un buen aprovechamiento de los mismos y una rigurosa evaluación de la política rural provincial. Y por supuesto una estructura administrativa marcadamente comarcal. No deja de ser curioso que Jaén sea la única provincia que no tiene ni una sola mancomunidad de municipios. Y si algo sobra es la autocomplacencia que permite sacar pecho de ciertas políticas de fomento del empleo que, a la vista está, no dan resultado. Andan en estos días todos los partidos políticos afinando sus definiciones ideológico-posicionales. Que si más a la izquierda o más al centro, que si liberales o conservadores, que si socialdemócratas o socialistas, que si radicales o moderados. Y eso está bien. Porque hay que presentarse y decir de lo que uno va, aunque todos sepamos que luego los toros salen como salen, cambian a lo largo de la lidia, y normalmente no te dejan hacer la faena que llevabas pensada desde el hotel. Pero sería bueno que en estas convenciones se entrase más y se explicase con claridad cómo se pretende arreglar el problema de la “España vacía”, que así se titula una excelente obra de Sergio del Molino que todos deberíamos leer. Porque no hablamos sólo de estadísticas o de geografía, o de conservación de nuestros montes, —que por cierto, en gran parte, lo mismo que los toros bravos, son como son por la intervención del hombre—. Con la despoblación de la “España profunda” se nos va la gente, pero también nuestros mitos y nuestros ritos, nuestras fiestas y tradiciones, ya de por sí despreciados por las nuevas modas “civilizadoras”. Se nos va la herencia recibida para entender de cerca sobre la vida o la muerte, las reglas milenarias para amar o para odiar, o nuestra idea del aquí y del más allá. Se pierde nuestra propia identidad nacional, que no es urbana sino rural, y que, como la madre de los buenos vinos, debemos conservar como base para poder volver a empezar.