Jaén y su hermana Linares

12 dic 2017 / 09:26 H.

Jaén y su hermana Linares se llevan poco tiempo, su madre se quedó embarazada de la pequeña cuando todavía le estaba dando teta a la grande, y eso no le sentó bien a la primogénita y tal vez le guarde rencor a la pequeña desde entonces.

Los padres de Jaén y Linares siempre han pasado apreturas para criar a su prole. Ellos eran una familia agrícola que pasaba muchas fatigas y que con los años se tuvo que buscar la vida en la mina y en la fábrica y en lo que iba saliendo y por eso no han podido darle lujos, nunca, a sus criaturas. Y el caso es que a Linares le ha tocado heredar la ropa usada de la primogénita y tal vez le guarda rencor a la mayor desde entonces.

A Jaén y a su hermana Linares, cuando eran chicas, les gustaba hacerse rabiar mutuamente. No podían evitarlo. Pero cuando estaban lejos la una de la otra, se echaban mucho de menos, y se aburrían un montón estando separadas. Y después, cuando volvían a reunirse, les encantaba tirarse de la coleta e hincharse a pellizcos. Jaén y su hermana Linares han crecido juntas soñando con prosperar y trascender su dura realidad. Discutían a menudo porque a una le daban menos paga o porque sentían que sus padres mimaban más a la otra. El caso es que siempre han sido bastante celosas y competitivas las dos. Yo soy más grande que tú, presumía una. Pero yo soy más próspera que tú y tengo hasta un tranvía. Pero mi equipo es mejor que el tuyo. Y siempre terminaban igual, con la hermana mayor muy picada gritando chinchinpum que era algo que sacaba de quicio a la pequeña. Nunca hemos sabido bien lo que significa ese exabrupto que sin duda pertenece a los códigos secretos infantiles que ambas han ido forjando en su complicidad familiar. En fin, Jaén y Linares han tenido durante todos estos años sus más y sus menos, y eso es algo normal en todas las familias, pero en el fondo se aprecian y son conscientes de que se necesitan. Por eso ahora que han crecido, Jaén y Linares se han convertido en dos señoras sensatas que han madurado, y en cuanto han tenido oportunidad, lo primero que han hecho ha sido buscarle unos estudios universitarios a sus hijas y a sus hijos, para que no les pase igual que a ellas que tuvieron que aprender las letras y los números en casa de modo autodidacta, porque no pudieron permitirse una educación adecuada, que si la hubieran tenido, con lo espabiladas que eran las dos, otro gallo les cantaría a ambas.

Y ahora que han superado sus viejas querellas, las hermanas se reúnen de vez en cuando para ver antiguas fotos y para reírse de las travesuras de su juventud. En realidad ambas están orgullosas de las joyas que atesoran de su pasado como el maravilloso yacimiento de Cástulo de la una, que no hace más que darnos alegrías y descubrimientos cada dos por tres, o el flamante Museo Íbero de la otra, que está deseando poder enseñar a las visitas.

Por eso a las dos hermanas, a Jaén y a Linares, las podéis ver paseando del bracete los domingos por la tarde comiendo pipas y añorando sus tiempos mozos, y aunque las veas discutir paradas en mitad del parque de vez en cuando, estoy seguro de que no van a dejar que la sombra de una ITI, (ese instrumento con el que la Unión Europea apoya el progreso de determinadas zonas especialmente necesitadas) se interponga en la recobrada armonía familiar.