Jugar al despiste

25 ago 2018 / 11:16 H.

Como bien dice la presidenta andaluza, Susana Díaz, siempre estamos en campaña electoral, intentando mostrar la mejor versión, la mejor cara para que alguien dé por bueno el género que ofrecemos. Se barrunta desde hace tiempo el adelanto electoral, y la presidenta no puede decir lo que realmente piensa, que se convocarán cuando su carta astral lo diga, como se hace siempre que la decisión depende de quién tiene la sartén por el mango. En este caso no hará falta consultar ni a la Hermandad de la Macarena. A veces por alguna mueca, un guiño o tic inoportuno se podría descubrir la jugada, como en el póker, o la brisca no nos pongamos exquisitos.

El ministro británico, Dominic Raab, intentaba explicar el Brexit, con sus consecuencias, y lo que pretendía ser una llamada a la calma se convirtió en un sudar irrefrenable, que negaba cada palabra dicha. En su fuero interno sabe que es un drama y el cuerpo solo le pedía llorar a moco tendido e irse a Benidorm. Es lo que tiene el verano, que nos coge con kilos de más, los políticos también vuelven desentrenados, porque ahora es un tiempo raro para la política, las incursiones en la realidad son a medias, es decir, puedes ver al político de turno intervenir en los medios y lo reconoces por sus hechuras, sus frases comodín y parte de su mono de trabajo, pero si se abriera el plano se verían las bermudas o el pareo y, casi con seguridad, las chanclas. En estos días son políticos distendidos y a tiempo parcial, bueno en otras épocas también. Con la llegada del otoño, viene el ceño fruncido que aquí en España ayuda mucho, imprime carácter, seriedad y respeto aunque estén jugando al “Candy crush”.

Mientras cogen ritmo, Franco y su nuevo despertar fantasma tiene a la tropa revuelta, pero sin rasgarse las vestiduras, a medio gas. El episodio debería servir además de para el traslado de los restos para explicar a las nuevas generaciones qué fue aquello de la guerra fratricida que dejó a España tan tocada. Al hilo de la polémica, Antonio Maíllo, sacó la artillería para asegurar que los “fachas están crecidos” y apuntar a Pablo Casado y a su “primo” Albert Rivera por sus discursos “incendiarios”. Conviene, en cualquier caso, no encender a la tropa para un curso que se presenta a toque de corneta. Ahora que apuran sus vacaciones sería bueno que conectarán de nuevo con la realidad, codearse con el vecino, que consiguieran un máster en la España de la acera, para saber de verdad en qué piensa el ciudadano y luego poder llevar la lección aprendida al hemiciclo de turno, aunque en este circo cada vez resulte menos relevante la opinión del respetable y sea más un Corral de la Pacheca, solo para iniciados, para puristas del género.

Quizá apunten en sus agendas buenos propósitos, ideas, ruegos y preguntas pero cuando vuelven a sus escaños esa frescura se pierde como el bronceado del verano. Nos pasa a todos, que la realidad nos cambia los pasos, pero ellos tienen vocación de servicio público, aunque prioricen servir a sus siglas con un amor enfermizo y posesivo. Amarás al líder sobre todas las cosas y al partido como a ti mismo. Es un sistema sin fisuras, que evita que se escape el aire, pero al que se le ve el truco de lejos. Así se produce un paulatino descreimiento y, lo que puede ser peor, pensar que tras esa verborrea recitada no haya nada que nos interese como pueblo soberano. Además, ahora que el pensamiento ilustrado de un presidente cabe en un tuit sin filtro, asistimos al conocimiento liviano de la actualidad. Basta con medio titular para componernos una visión global del mundo y, lo que es fatal, contarla. En esta época de narcisos/consumidores cualquier salida de vía parece transgresora y verdadera, así puede engatusar fácilmente un presidente estadounidense vicioso y mentiroso o el sueño de una república bananera presidida por un racista. Peligrosos políticos de usar y tirar.