La Feria de España

18 oct 2016 / 11:37 H.

Qué alegría! Estamos en feria en Jaén, hoy es el día grande. Hay que celebrarlo por todo lo alto. Y por eso, yo voy vestido de flamenco, recorriendo una y otra vez, a lo largo y ancho, todo el recinto ferial, más chulo que un ocho. Aunque para ser sincero, este año no estoy disfrutando tanto la celebración como otras veces. Y es que, como la situación política, en el país, está como está, al pasear por las atracciones percibo cierta sensación de déjà-vu. Es como si todo el tinglado que tengo alrededor me resultara familiar. Trataré de explicarme. Al montarme en la montaña rusa, por ejemplo, me siento como a bordo del IBEX y de la prima de riesgo, es en cierto modo la misma sensación, aunque en realidad, comparado con el vértigo de los mercados macroeconómicos, el sube y baja de la esforzada y presurosa vagoneta, no resulta tan extremadamente trepidante. Pero bueno, no hay que rendirse, hoy es el día grande, y hay que disfrutarlo como sea. El problema es que, después, cuando subo a la noria, buscando emociones fuertes, el leve mareo que siento, es mucho más soso que la desazón que me produce cotidianamente la incertidumbre social y laboral. De todas maneras, yo, lo sigo intentando, es cuestión de tantear las otras atracciones, alguna habrá suficientemente emocionante; sin embargo, cuando pruebo con los autos de choque, los bruscos volantazos y las colisiones frontales, son incapaces de hacerle sombra a los virulentos encontronazos producidos, recientemente, en el seno de algún que otro partido político. No, la cosa no acaba de convencerme. Y para más inri, a continuación, al pasar junto a la tómbola, creo estar en pleno reparto de privilegios y prebendas de los que algunos gozan al arrimarse a los pasillos del poder. Es un problema, no consigo abstraerme. Tanto es así, que cuando subo al tren de la bruja, pensando que una diversión naif conseguiría, al fin, distraerme, siento que los escobazos son meras caricias, comparados con las noticias de corrupción con las que nos fustigan los medios informativos. Y al pasar junto a la caseta de tiro al blanco, no puedo evitar que los reiterados tiros fallidos de los esforzados participantes, me recuerden al escaso tino de las encuestas electorales en sus últimas previsiones y sondeos. Y al montarme en el tiovivo, el mareo que experimento, no es capaz de eclipsar la sensación de redundancia de la machacona propaganda partidista de una posible tercera cita electoral. Por no hablar del pasaje del terror, en el que los esfuerzos de los monstruos y la parafernalia gore, están lejos de llegar al apocalíptico grado de tensión e intimidación que son capaces de provocar determinados propagandistas y analistas políticos. Y en fin, pues eso, que la feria está muy bien para unos días, pero tampoco hay que pasarse, y en este país, desgraciadamente, la vida política lleva demasiado tiempo en una especie de jarana interminable, en la que los distintos partidos bailan en sus acotadas y endogámicas casetas, emitiendo desde distorsionados altavoces, cada uno de ellos, sus machaconas coreografías, hasta la extenuación, convirtiendo el ferial político en un molesto batiburrillo de estruendosos ruidos superpuestos, incapaces de armonizar una melodía que podamos bailar todos los invitados a la feria de España.