La fiesta de los locos

26 dic 2018 / 09:23 H.

La tarde noche de ayer, la de la Nochebuena, comenzó con el discurso institucional —bonita corbata— pronunciado por Su Majestad El Rey Felipe VI.

Inmensamente visto en hogares y sitios públicos, fue, sin embargo, menos escuchado en los entornos familiares donde se vivía el bullicio del lugar. Llegando a casa, preparación de cena, niños saludando y soñando con Papá-Noel mientras las parejas se daban los últimos retoques para acomodarse en la mesa.

El runrún del momento sirvió, en todos los casos, para escuchar lo deseado. Y el día siguiente, para procesar la debida información y reservarse la interpretación de las palabras del Rey.

Hoy, vivida ya la cena, plagada de acontecimientos y un importante anecdotario, reflexiono en ese rincón de pensar en que, revivir aquello, me acercó a lo más íntimo del momento.

La anécdota, el momento tierno, el desagravio, el dolor, la ausencia, la paz.

Nos hace humanos. Hoy, entramos en el mundo de lo desconocido, cual Cristo de Palacagüina, haciendo de artesano, periodista, albañil, carpintero y labrador.

Nos hacemos aprendices de brujo y pronosticamos que mañana se confirmará el acuerdo de fuerzas extremas para presidir la Junta de Andalucía. El anterior gobierno pasará a la oposición.

Los Santos Inocentes que, a nombre del rey Herodes (en la leyenda en la que aparece mandando matar a los menores en Belén para no que uno de ellos no fuera el futuro rey de los judíos) provocan que hoy, lanzamientos de huevos, harina, muñecos en la espalda, falsas noticias, hagan que imitemos a esos habitantes de un pueblo de Valencia (del siglo XVII), quienes, ataviados con ropas estrafalarias en un baile de locos, se divertían haciendo una crítica de carácter satírico a todo lo cuestionable.