La huella del incendio

05 ago 2017 / 11:29 H.

Un denso olor y una espesa niebla recorren la Sierra de Segura como un mal presagio de lo que se pierde entre las llamas, cualquiera que tenga vividos estos parajes sufre sin importar la distancia, pero el espectáculo es demoledor cuando tienes en frente a esa columna de humo blanco, brava en su destrucción y cercana como aviso a navegantes de su furia desatada. Entonces, la impotencia de asistir sobre el terreno a este drama se hace insoportable. Es tu sierra y en esa pira arden trozos enteros de vida, paisajes que dan forma y belleza a una tierra única. Hipnotizados por este violento espectáculo los segureños miran al monte y no especulan sobre el valor de lo que arde. Coronó el fuego El Yelmo con un claro mensaje de fuerza, de energía descontrolada, a la que intentan hacer frente desde la tarde del jueves más de trescientas personas. Es un pulso desigual cuando las llamas comienzan por la tarde y tienen toda la noche para buscar refuerzos. Mientras las llamas avanzaban, las fotografías y vídeos nos llegan a modo de recordatorio de nuestras torpezas humanas. Cuando los rescoldos queden cubiertos por la ceniza, enumeraremos qué hacemos mal para preservar la naturaleza y echaremos números de cuánto invertimos para prevenir el fuego y los recursos dedicados para apagarlo e intentar borrar su huella. Sostienen que en 2090, a la vuelta de la esquina, el desierto campará a sus anchas por España. El Sáhara seremos nosotros. Científicos, conservacionistas y otros tantos agoreros del cambio climático alertan de que nuestro modelo es insostenible. Seguimos empeñados en negar las evidencias y preferimos escudarnos en sequías cíclicas, fuegos de toda la vida y otros tantos argumentos confortables, mientras regulamos la temperatura de la casa y de nuestra mala conciencia. De ella solo nosotros podemos evacuarnos.

El suflé de la secesión catalana nos tiene el verano entretenidos, con un gobierno de urgencia y un ojo en el quinto “beatle”, el Puigdemont. Un líder de entretiempo, un periodista que es noticia. Sabemos que hace “playback”, un “milli vanilli” que pone cara a la CiU del 3% y de una CUP tirada al monte. De momento, y al contrario que en Francia, no se convoca a los diputados en vacaciones para tranquilidad de nuestras señorías. La independencia siempre puede esperar. La izquierda gala puso el grito en el cielo y es que allí lo de las 35 horas semanales de curro parece que es verdad y no se avergüenzan del descanso. Quizá sea el argumento de peso para el cambio de aires de Neymar, sabiendo como sabemos que París no es la Ciudad de la Luz que nos vendieron. Hurtado el tradicional posado veraniego de Ana Obregón, nos tenemos que conformar con el aseado de la familia real en Mallorca. Verano vegano.

Por alardes de etiqueta, protocolo y un humor sin gracia, el cónsul en Washington, Enrique Sardá, se tiene que apuntar a un curso de diplomacia y buenas maneras por correspondencia de CCC. El ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, le mostró la puerta de salida (de momento) por su desahogo en redes sociales mofándose del vestido de la presidenta de la Junta, de acentos y otros lugares comunes que son propios de chascarrillos de bar e impropios para un funcionario público. Coincide, además, esta afrenta, cuando la “reina socialista” andaluza parece decidida a dar un cambio de imagen, más acorde con su edad. Más camisetas, menos grandilocuencia en los mensajes y más posicionamiento en el terreno. Otros le podrán dar a elegir o no entre Andalucía y el PSOE —al margen de que la disyuntiva fuera real o no— pero el mayor servicio que puede prestarle a Andalucía es acabar con las actuales tasas de paro que forman parte de nuestro paisaje. Eso tampoco tiene ni pizca de gracia. Comparar la bajada en el paro en España con la llegada del hombre a la Luna y otros acontecimientos históricos es otra broma pesada, en este caso del PP, en redes sociales. Donde todos vertimos cualquier parida, eso sí con un vídeo o un gif. La vida como una gran parida en movimiento.