La importancia de tenerte en mi memoria

23 sep 2016 / 19:08 H.

Vientos del norte no auguran grandes cambios. Pero es que los cambios ni surgen de la nada, ni se esperan de nadie que al menos no haga un mínimo esfuerzo por cambiar. Y lo que tenemos claro es que aquí ni fu ni fa, como el que oye llover. Como hijo que no da problemas parece que no pide comer, así nos trata mama España, que ya bastante quehacer le dan aquellos consentidos que lloran y maman como está mandao. Y como yo de lloros y lamentos ya estoy cansada. Cansada de escuchar y leer siempre las mismas historias; que si hacen, que si no hacen, que si ponen, que si no ponen, que si dicen, que si no dicen, menudo aburrimiento ¿no? Sobre todo cuando al escuchar una y otra vez la misma cantinela sabes que todo es mentira, jeje ¡Qué absurdo, vaya manera más tonta de tenernos entretenidos!

A mí me gusta pensar en ese Jaén de antes, ese al que mis pensamientos consiguen alcanzar y ese que me regala tantos y tan entrañables recuerdos de mi infancia al recordar, por ejemplo, esos sábados en los Cañones; aún al cerrar los ojos puedo hacer el recorrido sintiendo a un lado el vértigo de ese precipicio que te hacía perder el sentido del peligro, y por el otro ese enorme paseo de truchas que con sus bailes nos transmitían la alegría de ser observadas por ese ir y venir de gente admirando tanta belleza. Y sin olvidarme por supuesto de esos otros domingos en la Cañada de las Hazadillas con esas aventuras del oeste que imaginábamos al disfrutar de ese “Fuerte” anclado que en realidad eran cuatro palos en vertical que soportaban los golpes de niños que desfogaban la energía de toda una semana esperando ese momento. El olor a tierra mojada, el color del campo, las lumbres, las migas, mi cole, mis amigos y mi familia, del resto, ni lo recuerdo, ni escuché una sola vez quejas en casa por vivir en una ciudad, que al parecer ahora la califican de pobre y nefasta por falta de recursos, que tenía todo lo que podíamos necesitar. Esto me hace pensar en la importancia de las cosas. Me quedo pues con este Jaén de ahora, que lucha por conservar justamente eso. Este en el que da gusto pasear y ver los veladores llenos de gente. Comercios que vienen y van, pero que evolucionan gracias al ingenio y a la necesidad de gente que quiere y le gusta apostar por esta ciudad. Chavales jóvenes que siguen confiando en alimentar sus mentes gracias a lo que es hoy nuestra ciudad universitaria, una de las de verdad, no de mentirijilla como cuando, no hace mucho, estudiábamos nosotros. Una seña de identidad como es nuestro aceite, que por fin, está resurgiendo y haciéndose valer, gracias al esfuerzo de un montón de gente que se empeña en darnos a conocer y sacar a fuera lo mejor de nosotros. Una imagen que poco a poco da gusto ver, bien cuidada, llegando a entender que es necesaria para pretender hacer llamativa y apetecible la estancia, ofreciendo visitar aquellos lugares que impensablemente creyeron abrir sus puertas, accediendo a ellos a través de calles engalanadas con flores de colores. Voces y melodías de una calidad tan distinguida que endulzan cada plaza y rincón llenando esos lugares de magia gracias también al trabajo insistente de gente que quiere a Jaén, y bien.

Una tranquilidad que se altera y se entristece con cada suceso, y que, por insignificante que sea, lo hacemos nuestro aún sin saber de qué o de quién se trate. Conseguir y conservar todo esto no fue tarea fácil. Mantener lo que ya se ha conseguido tampoco. No nos empeñemos en ver lo que no hay, sino ensalcemos lo que tenemos. Que estaríamos mejor con más, por supuesto, pero condenemos seriamente de una puñetera vez, con penas de las de verdad, y a pagar moneda tras moneda lo que se han empeñado en hacer inservible lo que sería útil, a todos aquellos que en su día tomaron decisiones nefastas, para que los que ahora estén o los que vayan a venir no sigan burlándose del esfuerzo y de los sentimientos de los que amamos esta ciudad. Porque cuando uno hace suyo lo que está disfrutando sin serlo, valora la generosidad y el atrevimiento de lo que aquel hizo, no por su bien, sino por bien de todos. Espero, pues, que mis hijos tengan a esta ciudad así en su memoria, cuando recordando su infancia no reprochen a Jaén lo que pudo tener y no tuvo simplemente porque no le dejaron.