La macanca

09 mar 2017 / 10:54 H.

Recuerdo cómo se prodigaba durante la primera mitad del siglo XX, gracias a los relatos de mi padre. La macanca era un pequeño carro que llevaba a los muertos al cementerio ubetense. Iba tirado por un burro y estaba esmaltado en color negro. No tenía pescante y se utilizaba para transportar a los difuntos que habían fallecido en la calle y no tenían a nadie que se hiciese cargo de ellos, siendo asistidos por el ayuntamiento. Era una tétrica procesión en la que detrás de la cruz alzada, iban tres curas, el párroco y sus ayudantes: el sochantre, el sacristán y los dos monaguillos con sus ciriales encendidos. La gente presenciaba su recorrido hasta que la comitiva se paraba y dejaban al difunto en el suelo; entonces, salía un componente del cortejo que glosaba con ponderación sus virtudes. Si pertenecía a alguna hermandad, el secretario leía los nombres de los diez cofrades que acompañaban al socio muerto hasta la sepultura. ¡Hace tantos años que se perdió la costumbre de llevar a los difuntos hasta la calle Trinidad para despedirlos oficialmente!