La magia de San Antón

23 ene 2019 / 12:29 H.

La pasada noche del sábado las calles de Jaén eran un auténtico espectáculo. Miles de personas de la capital, provincia y fuera de ella participábamos en la tradicional Carrera Urbana Noche de San Antón. Cada uno corríamos con nuestra historia personal en la espalda, todos aplaudidos y animados por otros miles de personas que no quisieron perderse esta fiesta del deporte. Lo de menos era el puesto de llegada o el tiempo empleado, lo importante era estar allí. Para mí es una noche con mucha magia que, además de disfrutar, invita a pensar y soñar. En la prueba de los más pequeños pude ver a un entrenador que “tiraba” de un joven corredor con sus lágrimas para conseguir llegar a meta, y a muchos padres que acompañaban y animaban a sus hijos; uno de ellos le dijo a su hijo, que se quería separar: “esto es un equipo y tenemos que ir juntos”, que el pequeño entendió perfectamente. Durante la dureza del recorrido de los adultos pude ver a una hija de la mano de su madre esforzándose por superar cada metro en el asfalto, a muchos padres empujando las silletas de sus peques, a otros adultos turnándose detrás de la silla de ruedas de quien también tenía su lugar en esta prueba; pude ver mucho esfuerzo, sacrificio, tesón, compañerismo y generosidad. Y también pude escuchar muchas palabras de ánimo, apoyo y aliento de grandes y pequeños. De cada situación de mi existencia me gusta sacarle una enseñanza y la carrera de San Antón la comparé con la vida. El lema: “lo importante es participar”, me recuerda que muchas veces vivimos sin ser los protagonistas de nuestra historia, sin participar de ciertos recursos y herramientas que hay a nuestro alrededor para disfrutar de una vida feliz, y nos dejamos llevar por otros condicionantes que nos alejan de las decisiones convenientes. Una vida que implica saber gestionar los malos momentos y afrontar las dificultades de forma inteligente. Una vida que cuando se ponga cuesta arriba encontremos el apoyo y la guía de otros “corredores”. Una vida generosa, porque “la puerta de la felicidad se abre hacia afuera y es inútil querer violentarla”.