La marea feminista

14 mar 2019 / 11:31 H.

Esto no ha hecho más que empezar. Que vayan tomando nota. La manifestación de empoderamiento que demostró la sociedad española el pasado 8 de marzo fue espectacular. Y hablo de todas, que incluye a todos. España es pionera en esta reivindicación, yendo a la vanguardia en el panorama mundial. Así que, como vemos, algunas cosas se hacen bien, podríamos argumentar frente a los pesimistas, y la conciencia social sobre el problema de los derechos de la mujer, marca la pauta no solo a nivel interno, sino con perspectivas hacia afuera. Somos un ejemplo para el mundo. Por mi parte, nunca había visto una manifestación tan numerosa, por supuesto ningún 1 de mayo, ninguna concentración frente al terrorismo o cualquier otra problemática, que no será porque no hay. Jamás asistí a tal fusión de gente en torno a un mismo sentimiento de protesta, petición de justicia y exaltación de valores humanos. De derechos humanos. Lejos de lo que se pudiera pensar en un análisis superficial, el feminismo no es una moda y, más que cualquier cosa —y sobre todo— es transversal, se presenta transversal en las múltiples facetas de la vida, porque atañe no solo a las mujeres, sino lo que es más importante, a mujeres y hombres. Con mis alumnos discutimos la oportunidad de adoptar un plural femenino inclusivo, y con el tiempo será algo natural, porque el lenguaje evoluciona con más naturalidad que las costumbres. Al fin y al cabo no es una propuesta drástica de cambio de lenguaje, sino adaptación a una situación que debe ir pareciéndose cada vez más a la realidad. Aunque también convenimos, alumnos y profesor, que la gran lucha —la batalla— no se encuentra en el lenguaje, si bien hay que ser conscientes de su carga machista inherente...

Obviamente el otro día en las calles y en las plazas había muchas mujeres que encabezan la radicalidad, otras que se asocian a tendencias menos polémicas y, en general, un espectro político amplio y variado, pudiendo acaparar tendencias contrarias e, incluso, irreconciliables. Nada más cercano a la realidad, pues se trata de articular una conciencia social igualitaria que presente de una vez por todas la equidad como base de las relaciones entre las mujeres y los hombres, actuando desde la necesidad y la implicación activa de todas las partes. Nos encontramos en un momento muy delicado. La brecha salarial no debe mantenerse ni un día más, y las leyes que potencien o favorezcan, por un lado, y castiguen y penalicen, por otro, están haciéndose esperar. Como el aire que respiramos. Las mujeres deben asumir puestos de responsabilidad en las empresas. La independencia económica es inalienable. Cualquier postura política —de cualquier partido— que no apueste por el feminismo, y por la emancipación que implica, está condenada no solo a dar explicaciones a sus electores, sino a claudicar ante la marea que se avecina, la marea feminista. Y no se va a detener. Además, de paso da buenas sensaciones de cara a las elecciones generales, para poner en marcha al voto progresista y, a grandes rasgos, impulsar la democracia a través de la participación, verdadero brazo ejecutor de los derechos de las minorías y las mayorías, cuando unas y otras quieren hacerse notar. Me encantaban los lemas de la manifestación, algunos bien vulgares y viscerales. De eso se trata. Esto no ha hecho más que empezar. Que tomen nota.