de Cazalilla

08 feb 2017 / 10:50 H.

Aviso a despistados navegantes. Por supuesto, faltaría más. Estoy convencido de ser defensor del buen trato animal. Sin embargo, de ahí a los antitodo, media un abismo insalvable. A los antipava cazalillera, échale guindas al pavo, que yo se las echaré a la pava, azúcar, canela y clavo, glu , glu, glu, seguro que les gusta el pavo cocido, la mojama, es decir, los lomos salados del atún, los percebes gallegos, que para cogerlos de las peligrosas rocas, los percebeiros se juegan la vida a cambio de un jornal necesario, pues si no es así, la familia echarán la cuchara en el baúl de los olvidos. La hipocresía no tiene límites. Los animalistas, cuya intransigencia roza el ridículo, no ven con buenos ojos que una pava vuele del campanario al próximo tejado. Esta tradición se la quieren cargan con la protesta, el insulto sobrado de dosis de inquina o, incluso, la denuncia judicial como si de un pavicidio se tratase. Cuando se pierde la cordura más la sensatez, todo negativismo es posible. El enfrentamiento vecinal de los pava y antipava está sobrando, no beneficia a nadie, y sí provoca animadversión innecesaria entre personas llamadas a entenderse, a respetarse, a ser, simplemente, gente civilizada, que no alborotadores con ganas de bronca.