La peor muerte, la muerte anónima

Encontrada muerta en Cabra del Santo Cristo una mujer a la que la tendera echó de menos >> Isabel llegó en busca de amor y aquí se quedó, para morir a los 88 años en completa soledad, en una esperada muerte anónima que debería dejarnos ‘tocados’ >>

03 mar 2019 / 11:29 H.

No podemos quedarnos quietos, parados y estupefactos un segundo y luego seguir como si nada, hay que reaccionar de inmediato y por largo tiempo, por favor, por favor, pensemos qué estamos haciendo. Qué sociedad estamos viviendo, alocada y voraz, que nos lleva y nos trae por cualquier rincón del mundo merced a las autopistas de la comunicación y el vanidoso escaparate de las redes sociales, pero que no se para en lo verdaderamente importante, la vida de la gente, la felicidad de las personas, el bienestar de nuestros padres y nuestras madres, de nuestros amigos, de nuestros propios vecinos, con los que tratamos a diario y del roce al cariño y la ayuda mutua cuando se tuercen los renglones de Dios. Qué tremenda noticia la que ayer sábado dio este su periódico: “Una vecina de Cabra llevaba tres meses muerta en su casa”.

Tremendo, tremendo, tremendo. Presa de la soledad, olvidada por la sociedad porque ella misma así lo quiso, consumiéndose Isabel en vida camino de una muerte lenta y rápida a la vez, que se le encontraron en la cama y seguro que no se enteró del tránsito de la perra vida a la irreparable muerte. Seguro que fue un alivio, mismamente respiró hasta la eternidad porque nada le quedaba por ver ni disfrutar ni pelear entre los vivos, nosotros mismos que consumimos la vida sin pararnos a nada y olvidamos lo que no está a disposición en un móvil. Fue la tendera quien dio la voz de alarma, fue ella misma la que se excluyó socialmente y no la echaron de menos porque podía haberse marchado del pueblo adonde llegó en busca de amor y donde halló la muerte más cruel y rastrera, la de la soledad, la de la muerte anónima en vida. Ha pasado aquí, a nuestro lado, hace unas semanas fue en Orense, hace unos meses en Valencia y seguirá ocurriendo porque no hacemos nada. Nada más que sobrevivir, vegetar sobreviviendo, nos conformamos con tener unos euros para un chato de vino y un botellín con tapa y echar unas risas con el primero que pillemos, lo demás, lo importante, el alma de la vida se queda para mejor ocasión, no hay prisa; ni reencarnación.