Las mamandurrias

23 abr 2017 / 11:18 H.

Una conocida política de nuestro país, (promotora junto a otros políticos de la fantasmal ciudad de la Justicia de Madrid), con graciosa sonrisa de payaso/a pronuncio días pasados una frase que ha llamado la atención, en parte por lo que supone de desfachatez de la persona (lo mismo emplea eufemismos que medias verdades o grandes mentiras) amparándose en su gran poder dentro del partido con más corruptos de la Historia Contemporánea de España, creyendo que los ciudadanos, por seguir votando partidos y no personas, somos unos ignorantes pertenecientes a un pueblo esquilmado, tradicionalmente, por la clase aristocrática (ella pertenece) que ha sabido mantenerse en las más altas instituciones realizando el mismo papel de antaño, aunque la forma haya cambiado, haciéndose con el poder legislativo para seguir considerando lo público como propio. La frase no tiene desperdicio: “quiero acabar con las mamandurrias”. No aclara si con las suyas y de su partido o las de los otros partidos. Lo único positivo que esta Sra. aportó fue la recuperación del vocablo que fue incorporado por la Real Academia de la Lengua en 1925 con el significado de “sueldo que se disfruta sin merecerlo, sinecura y ganga permanente”. Mamandurria es un coloquialismo, procedente del verbo mamar, que al ser utilizado por los políticos sirve para acortar las distancias entre el mandatario y la ciudadanía: al tratarse de términos más recurrentes a pie de calle, logra hacerse con la atención de quien escucha y fijan una relación de sintonía y complicidad, porque se hablan en el mismo registro de lenguaje. Las mamandurrias a las que esta política se refiere son a los subsidios, las subvenciones y otros gajes privilegiados, para tratar de afrontar recortes de gasto público en funcionarios, cuantía de los sueldos, sanidad, educación, ayudas de comedor escolar y libros de texto. Este es un discurso que hemos escuchado mucho en los últimos años a propósito de las subvenciones al cine español. Posiblemente también pretendía arremeter contra el gasto de coches oficiales, dietas y demás privilegios de cargos inútiles que soportan los presupuestos de las instituciones. De otras mamandurrias habla menos como la del hecho de pagar la Comunidad de Madrid los gastos del recibo de luz de su casa particular, concesiones a patronal y a sindicatos, los nuevos empleos en empresas públicas de políticos cesantes, el millonario gasto de la promoción de la ciudad de la Justicia, etc. Estamos de acuerdo con esta declaración política pero ¿Intentó ella terminar con las mamandurrias cuando tuvo la posibilidad de hacerlo?