Lo que no se expresa

29 dic 2017 / 09:05 H.

Hace solo unos días, repasando las esquelas de este periódico, me topé con el fallecimiento inesperado de un buen profesor. Me enseñó Literatura en un ya lejano COU del que precisamente en este curso se cumple un cuarto de siglo. Su manera de impartir la asignatura suponía un auténtico preludio de lo que nos iba a esperar en el curso siguiente, en la Universidad. Acostumbrados a recibirlo todo mascado, suponía toda una revolución. Éramos los propios alumnos los que, por grupos, elaborábamos el temario buceando en la biblioteca cuando aquello de internet era ciencia ficción y el saber solo residía en los libros. Nosotros mismos exponíamos posteriormente los temas en clase —aún recuerdo cómo explicamos la Generación del 27— al resto de nuestros compañeros. En la carrera y en la vida me acordé mucho de él.

Mi hija estudia ahora en el mismo centro educativo y me lo cruzaba en alguna que otra ocasión con su característica manera de caminar, tranquila y pausada. Siempre estuve tentado de expresarle mi agradecimiento, pero nunca lo hice. Apenas un breve “buenos días” o un “hola”, pero no un “gracias”. Pasa como con los perdones no pedidos y los besos no dados... Pensamos que habrá otra oportunidad y no siempre es así.