Los restos de la Muralla

24 jun 2016 / 18:00 H.

Los restos de la muralla que desde el Castillo descienden por el noroeste de la ciudad hasta la calle Millán de Priego forman parte profunda de nuestra fisonomía. Acercarse a Jaén por el norte y contemplar las dentelladas que dan al cielo estos muros, aún testimonialmente colosales, identifica al jiennense tanto como la más antigua de sus costumbres. Vestigios de una época y de una cultura pretérita aunque formante de nuestro ser. Murallas que en su manifiesta ruina han sido capaces de permanecer y sobrevivir, orgullosamente erguidas, a la incultura y desafecto de muchas generaciones y no precisamente el desafecto de quienes guerreaban en el siglo XIII. Su presencia nos informa de cuántas cosas hemos podido perder en nuestra ciudad: qué imponente hubo de ser la Puerta de Martos en ese recinto andalusí de nuestra Yaiyán amurallada. Sin embargo, es también la voz incesante de la Historia en nuestro presente; la huella, luminosa, de que todos dejamos un rastro tras de nosotros, a pesar de todas las destrucciones y, sobre todo, es una lección diaria de que nadie, salvo nosotros mismos, puede proteger y cuidar lo que poseemos.