Los tiempos y la jauría

18 jun 2018 / 11:11 H.

El tranvía se moverá a partir de abril de 2019, los escépticos, como mi chiquillo, no se lo creen y me faltan argumentos para rebatir sus bufidos. Es su historia contemporánea. Jaén tiene estos tiempos de reacción. Pero quizá, un día, se contagie de los vientos que recorren la península y el billete de transbordo del autobús sea solo el principio de la modernidad. De la fábula de las ratas acomodadas en el edificio de Banesto, como fin de la fiesta hipotecaria, hablaremos otro día. El ritmo al ralentí de la provincia tiene estas cosas, lo mismo te hace jugar de local en un pabellón prestado en Granada como “celebrar” que el tranvía, al final del trayecto político, lo pagará casi en su totalidad la Junta. Para ese viaje, no obstante, habrá que esperar a otra primavera.

El ritmo sin marcha provincial, contrasta con el motor revolucionado de la política española. Carrusel de titulares. Los que saben de mecánica, entre los que no me encuentro, sostienen que no se puede pasar de cero a cien porque se perjudica el vehículo. Estábamos tan acostumbrados a que los políticos se aferraran al sillón de cualquier forma, atrincherados en sus partidos, que el cambio de ciclo cogió despeinada a la opinión pública, con la ventanilla bajada. El ministro Maxim Huerta ha durado siete intensos días en el cargo por unos pecados de “juventud mediática” a los que no se les debe quitar hierro, ni echar la culpa solo a una jauría siempre dispuesta a dar dentelladas. Nuestra condición animal hace que caigamos en esos típicos comportamientos de la sabana, depende de la pieza o de las hienas que nos acompañen. En redes, además con sus toques de corneta, todo sube exponencialmente y es peor. “Homo homini lupus”, es decir, el hombre es un lobo para el hombre, y un cabrón para el lobo, ya sin latín. De pronto, no obstante, esta España necesitada de regeneración levantó el listón. Estaba tan bajo eso de la ejemplaridad pública que cualquier ministro era capaz de resistir meses con cuentas en paraísos fiscales, a la espera de que el torbellino cambiara de dirección o el capital de isla. Esta semana, el saltador cubano Juan Miguel Echevarría voló bajo en unos alucinantes 8,83 metros en un encuentro en Estocolmo. Se salió del foso, directamente, no había arena que cubriera su salto. Aquí, nuestro foso público estaba casi tan inmaculado como aquel. Nadie estaba dispuesto a tocar la arena, bajarse del coche oficial. El cambio de paradigma llega y un Pedro Sánchez a lomos de la moción de censura no podía tolerar un borrón de este calado a su relato y una rémora en forma de arsenal para la oposición en el día a día parlamentario. El listón debe mantenerse alto sin la necesidad de organizar batidas, sean estas de fuego amigo o del rival. La marca indeleble de una sentencia o una investigación coronada con multa por fraude debería ser suficiente para no tener necesidad de tirar de hemeroteca o de tuits recientes para poner colorado a cualquier candidato o al vecino del quinto.

Mientras se pone al baño maría esta columna, Iñaki Urdangarin tendrá ya elegida la cárcel en la que pasará los próximos años y quizá, solo en ese retiro espiritual, sea capaz de asumir su conducta inapropiada y que sus trapicheos de alta alcurnia no dejaron rédito social alguno y sí un roto en las arcas públicas con las que “trabajó”. Ahora que está de moda lo de la marca personal, él ligó su fortuna profesional a una Casa Real que le servía para que los políticos de turno pudieran ampliar currículum en eso de medrar. Ahora se “corona”, definitivamente, en la trena. Cambios de calado en un pispás. Rajoy deja el escaño y solicita su reingreso como registrador de la propiedad. No hay tranquilidad cuando el horizonte está marcado por los banquillos (judiciales). Visto el precedente, ¿cómo se argumentará el adelanto electoral en Andalucía?