Más allá del túnel

12 sep 2017 / 10:46 H.

Cito de oídas desde que leo y se me nubla la vista. No hay nada extraño en mi relación con la lectura, me falla la dieta que no incluye sino mis propios borradores... Parafrasear es recitar, recitar es cantar, el canto escenifica el sentido musical y una especial sensibilidad... Me esfuerzo; me muestro; lo acepto por fin... ¡La cultura concibe más cultura! El ideal se antepone a todo, y no está mal aprender para superarse; impongo un ritmo de trabajo... ¡Veo lejos el regreso a la revolución cultural! No lo puedo evitar, me acerco a la inocencia, y aprendo de nuevo a renovarme con ella, y de camino evoco a la verdad, pero no tengo nada que hacer, me veo devorado por la penumbra de un túnel cultural, que desde la conversión de la sociedad en un sistema hermético, se ha blindado, transformando a las bravas nuestra piel y el conjunto de nuestras neuronas en mercancías globales. Me arrepiento de haber vivido con idéntica resignación durante tantos años. A mi edad, se intensifica la importancia de la libre circulación (en lugar de capitales) de una corriente cultural ilusionante, que instituya como es lógico, una mejora social al tiempo que consolida, con suma paciencia, una conciencia cultural diversificada, es decir, quiero que se preocupe de mostrarnos las ventajas de vivir plenamente. Ojalá eliminara, de una vez por todas, asertos como el que concluye que todos somos iguales, aunque luego algunos sean más iguales que otros. Desearía que serena pero apasionadamente, globalizara el axioma de ser igual de igual que la igualdad. Resultaría decisivo que fomentara el culto por conceptos que respondieran exactamente a lo que deseamos que evolucione, para saber entonar el no prohibir con talento, para enseñar bien y aprender mejor; ojalá la tristeza perdiese su influencia social diluyéndose a la par que el desinterés cultural generalizado. Emociona y habría que resaltar, el esfuerzo que realizan quienes andan provistos de ese sueño que derriba las barreras que nos anestesian y nos hacen permanecer apáticos, impidiendo que transmitamos el verdadero protagonismo a un derecho como el derecho a debatir la legitimidad de lo legítimo, a conceptos que desearíamos que valoraran como imprescindibles. No es demasiado tarde para cambiar de opinión, ya está pasado de moda para muchos, el dejarse llevar por lo que nunca pasa de moda, mientras tratan de recuperar el equilibrio social. Hay que meditar en serio el proyecto a realizar. Debemos tener en mente algo que aprender y esforzarnos y sufrir para ganar, ganar la ocasión perdida de que el túnel nos conduzca a un lugar concreto donde ir. No hay que mirar hacia atrás para recuperar la alegría, en nuestro destino la llevamos en el corazón que aún palpita. Basta de fingimientos, cuántas buenas experiencias se precisarían para vivir de nuevo todo el tiempo fingido. Habría que decir con propiedad al mundo que no somos tontos, que por fin nos hemos sacudido la conformidad y la resignación, y que algo definitivo se ha roto en el seno de la mediocre globalización que aspira sin éxito a la excelencia cultural. De modo que despejemos las salidas obstruidas de un túnel que, libre de obstáculos, comunica el conjunto de saberes que las conectan. Siento de pronto, que la fresca brisa, refresca el ambiente y, aunque liviana, reconforta el ánimo...