Materia y espíritu

07 mar 2017 / 11:30 H.

Materia y espíritu” es el título de uno de los libros de poesía musicada que escribió Bernardo Cortés Maldonado, un gitano menudo y juncal, de tez morena, perfil de águila, traje impecable y pelo negro abrillantado. Un gitano nacido en Jaén, a quien la poesía le rebosaba en el alma. Un gitano que quiso ser artista y luchó por ello, aunque tuvo que hacerlo lejos de su tierra jaenera. En “Despedida a Jaén”, uno de sus innumerables poemas, Bernardo decía: “Me siento triste, muy triste;/ yo lo quisiera ocultar/ pero la pena me aflige/ porque tengo que emigrar/ lejos, lejos de mi tierra,/ a comenzar vida nueva/ por ver si puedo triunfar”. Bernardo siempre llevó en el corazón su barrio de la Merced, Nuestro Padre Jesús, la Catedral, el Castillo y cada rincón de su siempre querido y añorado Jaén. En 1952 marchó a Barcelona cargado de versos, de música y de ilusiones.

La vida no le fue fácil y Bernardo se ganó la vida cantando por la Barceloneta. El azul del mar y el verde de los olivos se mezclaron en su corazón y de él manaron cientos de versos dedicados a las tierras, la de su cuna y la de acogimiento.

Yo le conocí en los años 90, cuando empezó a hacerse popular por sus intervenciones en la pequeña pantalla y Bernardo había vuelto a la fama la canción “Mi ovejita Lucera”, de la que fue autor otro amigo común, el maestro Almagro. Cuando venía a Jaén, me visitaba en mi casa, casi siempre con un libro de poemas bajo el brazo que me regalaba. Entre nosotros nació una estrecha amistad. Bernardo era un hombre de sonrisa abierta y fácil que siempre se reflejaba en su atezada cara. Luchó por venirse definitivamente a su Jaén y a punto estuvo de lograrlo. Pero no fue así.

Los tiempos dorados habían pasado para él y volvió a pasear sus poesías y sus canciones por las calles barcelonesas. Alguna vez escribí en estas “brisas” que no sabía nada de él y que estaba tratando de localizarle. Mi amigo Pepe Díaz me facilitó su nuevo número de teléfono y hará unos tres meses que escuché su voz por última vez. Pero Bernardo ya no era el mismo. No coordinaba sus pensamientos. Lo pasé muy mal. Como lo estoy pasando ahora que he sabido de su muerte en un hospital de Barcelona, lejos de todo lo que él más amaba. Solo me consuela pensar que, aunque la materia ha muerto, el espíritu de Bernardo vivirá siempre.