Mi querida España

02 jul 2016 / 11:14 H.

El veterano director teatral Gerardo Vera me lo decía recientemente en el teatro de La Abadía, de Madrid, donde se ha representado su sensacional montaje ‘Reina Juana’, sobre doña Juana la Loca: “Sociológicamente España es de derechas. Todas las bodas, comuniones, bautizos, romerías, Semana Santa, están metidos en el ADN de este país”. Porque la conclusión más contundente que deja el resultado de las elecciones del 26-J es, efectivamente, que España es de derechas. Lo demostró cuando el pueblo aclamó aquel Dos de Mayo a Fernando VII; que más que el absolutismo representaba la brutalidad. O los 40 años de Franco en El Pardo, hasta que finalmente el dictador muere con serenidad en su cama mientras doña Carmen Polo le susurraba: “Espérame en el cielo”. Pero los españoles siempre ignoraron ‘El Capital’, de Marx, y han querido ser como los personajes del ‘Hola’, ese perfumado universo de dinero, lujo, y glamour reflejado en papel couché. El partido Podemos nació de la desesperación, no de una idea, y las ideas son las que dan soporte a la política y a la vida. Una idea clara, bien definida, resulta absolutamente necesaria como soporte de cualquier partido político. Podemos surge de los desahucios, del desempleo sin subsidio, de las despensas vacías. Cuando todo ello amaina o se vislumbra una posible solución a la crisis, Podemos necesita aferrarse a una idea sólida, y resulta que no la tiene. Julio Anguita es el ideólogo del “sorpasso”, pero después de varios lustros de derrotas políticas comienza a demostrarse que el “sorpasso” más que una estrategia es una utopía imposible. El viejo e histórico Partido Comunista se disolvió, primero, en Izquierda Unida, y ahora en Unidos Podemos. Alberto Garzón es un líder aclamado en las redes sociales, pero la identidad del Partido Comunista está en los pasquines clandestinos. Hay cosas que no cambian. Y eso no lo ha entendido el inexperto pero ambicioso Garzón. Al comunismo auténtico lo enterraron con Dolores Ibárruri, que durante los últimos meses de su vida se sujetó en su moño blanco de luchadora veterana y audaz la frustración del oscuro devenir político que intuía. Sí pasaron Dolores, Pasionaria. Y en esta campaña electoral se comentó si el PSOE tendría que elegir después del 26-J entre la horca o la guillotina. El Partido Socialista sufre un derrumbamiento lento pero implacable. No se ha hundido de golpe, como ocurrió dramáticamente con la UCD. Pero los socialistas acumulan fracasos electorales. Uno detrás de otro. No ha habido “sorpasso”, pero sí otra sangría de votos. Uno de los principales errores del PSOE consistió en no acertar a leer adecuadamente en su momento la importancia sideral del 15-M. La calle hervía bajo una crisis económica feroz y los socialistas se bunckerizaron en sus sedes o en los parlamentos. Se olvidaron de la gente. En el PSOE discutían sobre si Carme Chacón sería mejor secretaria general que Rubalcaba, mientras en las aceras ardían contenedores con la dignidad y el futuro roto de muchas personas dentro. El PSOE no supo interpretar aquella realidad feroz. Está pagando un coste político altísimo por ello. Y Mariano Rajoy prevé aceptar esta vez el encargo del Rey de formar Gobierno. Rajoy es un especialista en gestionar los tiempos muertos. Sabe que la política es el arte de retrasar una decisión hasta que deja de ser relevante. Y, más que nadie, Rajoy sabe que España es de derechas.