Mucho, mucho ruido

24 ene 2019 / 11:46 H.

No, no es la canción de Sabina, “ruido de ventanas, nidos de manzanas que se acaban por pudrir...” . Seguramente, el propio sistema propicia que al estar casi en perpetua campaña electoral, el ruido se haya incrementado hasta niveles que dañan la salud auditiva y hasta puede afectar a la salud mental.

Las noticias se agolpan y se machacan unas sobre otras (como las teclas en las antiguas máquinas de escribir), sin que las informaciones tengan un tiempo de reflexión mínima para saber de qué hablamos y cómo y qué emociones se disparan ante ellas. La terrible búsqueda del niño Julen en ese pozo, la presión mediática a los que están trabajando para encontrarlo, el estallido de las múltiples emociones de dolor, de impotencia y desolación. Esa agonía televisada minuto a minuto se agolpa en las cabezas y en los corazones, se mezclan con las huelgas de taxis, con los resultados y las informaciones sobre el nuevo gobierno de Andalucía, con Vox que viene, con el otro que se va; con los presupuestos de Pedro Sánchez y los independentistas (que no por lo visto del Gobierno de España). El Centro cada día más borroso. Cabe la posibilidad que el marear para entontecer sea quizás la mejor fórmula para confundir. Ahora que de verdad se acercan todas las convocatorias de elecciones habidas y por haber, y dentro de este torbellino de declaraciones y acusaciones, por que convenga o no, los micrófonos y altavoces giran hacia un mal tipo apellidado Villarejo que, desde la cárcel vomita contra el Estado de España y sus gobiernos en democracia, sería necesario retirar los altavoces y triplicar la investigación, fundamentalmente por el bien de España y de los españoles.

Pasadas las fiestas navideñas, vino a mis manos un sobre aún cerrado de las andaluzas, por curiosidad lo abrí y cual fue mi sorpresa: encontré un folleto de un grupo político que había tenido el buen juicio de para pedir el voto enviar el programa en el que se recogía su ideario y una relación de acciones que llevarían a cabo en caso de ganar o poder gobernar (que parece lo mismo, pero no lo es). Leí con atención lo que aquellos papeles me exponían, digo “me” porque al recibirlo de manera individual sentí como si se dirigiesen a mí y pensé: una buena forma de llegar al electorado. Recordé y añoré cómo al principio de la Democracia y durante bastantes años, los ciudadanos recibíamos en nuestras casas los folletos que contenían los programas políticos de los respectivos partidos, el ideario, las promesas en caso de gobernar, en definitiva, una información respetuosa y suficiente para poder contrastar y debatir con amigos o familiares, e incluso para ejercitar la sana disciplina de discrepar, que tanto enriquece. Hoy en este país somos muchos aquellos que, aunque nos hayamos incorporado a las redes y ya nos defendamos con las nuevas tecnologías, seguimos teniendo un alma analógica y nos hace más clase tocar papel, leer, reflexionar y debatir contenidos, que sosiego para explicar la complejidad de las cosas, más allá que hacerlo a través de unos pocos caracteres y de manera automática e inmediata, para opinar en fracciones de segundo de lo humano y lo divino. Separar el grano de la paja sería la mejor opción para obtener
una buena cosecha.