Mujeres que sufren

26 sep 2018 / 09:49 H.

Akili sale de Nigeria sin saber a dónde va. La suben en un avión —las mafias ganan tanto dinero que pueden permitírselo—, y aterriza en un aeropuerto español. Sus grandes ojos miran con asombro el lujo que la rodea, el brillo del primer mundo la deslumbra. Aún desconoce cuál será su destino final. El coche con cristales tintados la traslada a un barrio de las afueras. Se detiene ante una casa grande, pintada con llamativos colores y luces en la fachada. Varias personas la observan, le miran los dientes, le quitan la ropa y tocan sus pechos; como si quisieran comprobar la consistencia de su negra piel, que aún no ha cumplido los veinte. Se siente sucia, no entiende el idioma, pero por sus gestos de satisfacción comprende que están contentos con la mercancía. Sabe que tiene que ser dócil, obedecer; les debe mucho dinero por sacarla de la miseria. Y luego está lo del vudú; si se rebela, las consecuencias podrían ser fatales para su familia. Lo anterior podría ser el inicio de un relato, lamentablemente, es una realidad que nos salta a la cara cada día. El domingo se celebró el Día internacional contra la trata de personas: ¿cuándo haremos algo?