Nada nuevo

26 ene 2018 / 09:14 H.

Los analistas políticos, tras las elecciones catalanas, han presentado al electorado como inmaduro e irracional. En realidad, no hemos sido demasiado originales en cuanto a la tendencia generalizada a ambos lados del Atlántico Norte. La crisis y las políticas económicas antisociales, la normalización del discurso ultra, la pérdida de credibilidad de los partidos, el aumento del nacionalismo y el etnicismo, el déficit democrático de la Unión Europea y ese largo etcétera han provocado el resurgir de la clase trabajadora como agente de cambio a favor de la ultraderecha. No es disparatado el que la gran mayoría de la clase trabajadora catalana votara a Ciudadanos en las elecciones catalanas y a En Comú Podem en las anteriores elecciones españolas. Para esa clase trabajadora catalana, consciente de que la crisis ha favorecido a unas clases a costa de otras, su mayor adversario era el partido neoliberal y conservador, el Partido Popular, que representa los intereses de las clases altas, y votó en masa a En Comú Podem; ese partido que llevó a cabo la mayor, y más creíble, oposición en Cataluña a ese otro partido que a nivel del Estado español era el causante del malestar de las clases populares. En las elecciones catalanas el oponente de la clase trabajadora no era otro más que la derecha catalana que ha gobernado durante más de treinta años. El apoyo de amplios sectores de la clase trabajadora a Ciudadanos ha sido de nuevo un voto de queja contra la derecha nacionalista, ahora independentista. Y como protesta contra la polarización que ha hecho en la sociedad catalana esa derecha independentista según el sentido de identidad nacional de cada uno. Ciudadanos, esa derecha dura, ha sabido ocultar su neoliberalismo, y ha canalizado el enfado de la clase trabajadora que sufre la crisis social provocada por las políticas neoliberales, reformas laborales, recortes del gasto público, etc. Y se ha presentado además como el más español, el más antinacionalista y antiindependentista. La aparición de la clase trabajadora como actor político se había visto ya antes en Gran Bretaña, en Francia, en Estados Unidos, etc. Al igual que ahora en Cataluña. Este hecho ha jugado un papel determinante en la salida de la Unión Europea de Gran Bretaña como consecuencia de querer recuperar su identidad británica y de oponerse a los poderes neoliberales europeos. En Francia, esa clase ha sido el mayor apoyo electoral de la ultraderecha de Marine Le Pen como protesta contra el Partido Socialista de Hollande y sus políticas neoliberales que tan negativamente han afectado a la calidad de vida y al bienestar de las clases populares. También ha sido la crítica por la pérdida de identidad promocionada por este partido en la cada vez mayor integración europea. En Estados Unidos el candidato de ultraderecha, Trump, fue apoyado de forma determinante por la clase trabajadora; ese candidato que se oponía a la globalización, a los poderes establecidos, al neoliberalismo, a la pérdida de la identidad nacional, el salvador de la patria. No obstante, volviendo a los datos y resultados de las elecciones catalanas, hay que resaltar que Ciudadanos, aparte de ocultar su neoliberalismo, es de la misma familia política que la antigua Convergencia, ahora Junts per Catalunya, detalles que no salieron apenas en la campaña electoral, esa campaña con tan gran cantidad de recursos y buena prensa en los mayores medios nacionales. Por cierto, ambos partidos son miembros del grupo europeo liberal, cuya más reciente aportación al Parlamento Europeo fue proteger los paraísos fiscales existentes en Europa. Tampoco se habló en esa campaña del daño que harían a esa clase trabajadora sus políticas de apoyo a la reducción del gasto público, de reducción de impuestos, su oposición a la subida del salario mínimo, ... su neoliberalismo. Sustituir el tema de la crisis social por el tema nacional, centrarse en las banderas, romper el eje izquierda derecha por un posible gobierno mayoritario independentista y una oposición liderada por Ciudadanos, todo son muestras de la gran victoria de las derechas el 21D.