No me digáis que no...

31 ene 2019 / 09:24 H.

La derecha y la ultraderecha justifican la aparición de Vox con Podemos, que lo tildan de extrema izquierda. Olvidan, y no es moco de pavo, que hubo en España una dictadura fascista de casi cuarenta años, precedida de un Golpe de Estado que desbancó a un gobierno legítimo elegido por las urnas, detentando el poder y subyugando a una nación tras una cruenta Guerra Civil, el exilio, y una brutal represión. Ahí es nada. Incluso para los que no hemos vivido aquella época, habría que pararse a imaginar ahora, tan solo por un momento, cómo sería este país si tuviéramos que ir a misa los domingos, si no hubiera derechos y libertades sexuales, de opinión, de expresión, etcétera. Vox purgó para estas últimas elecciones andaluzas su propio ideario para eliminar los pasajes más radicales en busca de votantes y, entre otros asuntos, dulcificó la reforma del divorcio para acotar las separaciones a fin de “favorecer” la “estabilidad matrimonial” y la “protección de los hijos”. No vamos a mencionar el asunto de la violencia de género, sus posturas en contra de la ayuda a mujeres, y los eufemismos al referirse a cuestiones graves que me ahorro citar, porque cualquier persona medianamente informada no necesitará que aquí lo escriba. Al parecer, Santiago Abascal, líder absoluto de Vox, no hizo la mili, y como que la reclama, o la reclamaba hasta hace poco. Vamos a ver si se aclaran, según les interese electoralmente. Antes, ya sabe, irse a la mili suponía una suerte de iniciación para los jóvenes de pueblo, si andaban sin enchufe y tenían que pelarla al raso. Abascal, además, hasta hace poco pedía una involución respecto al divorcio, aunque él se divorció de su ahora exmujer, con la que tuvo cuatro vástagos. Casado en segundas nupcias, sus posturas en contra del Estado de las Autonomías —a favor de la recentralización— no le impidieron cobrar suculentos sueldos del País Vasco y de Madrid. Vox ha encontrado su caldo de cultivo en el PP, y el PP lo sabe, le preocupa, y por eso ha radicalizado su discurso. Casado, por su parte —y me refiero al líder del PP—, entiende que pactará con Ciudadanos, porque la formación naranja ha ocupado el centro, y solo le queda mirar a su derecha para, si no recuperar votos, al menos no perder más. Entiende asimismo que deberá pactar con Vox... Y que conste, a modo de acotación, que los consejeros y directores generales de la Junta de Andalucía van a cobrar más dinero que los del PSOE, para que luego proclamen austeridad y digan que los políticos de izquierdas no hacen más que chupar de la teta de la vaca. ¡Habrase visto tamaña desfachatez! En España, precisamente por razones históricas, la extrema derecha no tuvo su lugar, ya que hubo un relativo pudor durante estas últimas décadas, pues no lucía señalarse como extrema derecha. Ahora, una vez que parece que se ha pasado la página —solo lo parece— de la dictadura, y vivimos integrados de pleno derecho en una Europa en la que no faltan, por cierto, los partidos fascistoides, se han soltado la melena —es una imagen— exhibiendo sin complejos sus consignas. ¡Vivan las cadenas!, ¡muera la libertad!, gritaba el pueblo ignorante a la llegada del destierro del absolutista Fernando VII. Todo un ejemplo de involución. Parece que nos gusta ir hacia atrás. Y luego nos quejamos. Pero es que lo buscamos intensamente, lo deseamos. No me digáis que no...