Nuestro siglo crece

09 ene 2018 / 08:57 H.

Ea. Tenía que pasar. Este nuevo siglo nos está creciendo muy deprisa. Parecía cosa de ciencia ficción cuando lo estábamos esperando, y ahora se nos está convirtiendo en historia a pasos agigantados. Pero bueno, es ley de vida que la criatura se nos esté haciendo mayor. Y eso que parece que fue ayer cuando lo parimos entre todos, y qué mal lo pasamos con las contracciones y el efecto dosmil, y los milenarismos y la epidural...

Luego vinieron los primeros años, en los que no ganábamos para sustos, de modo que entre ataques, invasiones, berrinches y demás terrores nocturnos, y la pérdida de libertad que estas cosas traen consigo, la criatura nos dio más guerra de lo que imaginábamos.

El caso es que los años han pasado casi sin darnos cuenta y ya lo tenemos al siglo XXI con sus 18 añitos recién cumplidos, de modo que el muchacho ha alcanzado ya su mayoría de edad legal. Madre mía, cómo pasa el tiempo, casi no hemos podido disfrutar de su ingenuidad, ni de su etapa más lúdica, y ya lo tenemos en plena crisis juvenil. Y en fin, todos los que tenéis hijos sabéis que está en una edad muy delicada, en ese momento en el que uno cree que lo sabe todo y que la herencia de los que le precedieron no tiene demasiado valor, y se considera invulnerable, y coquetea con el peligro. Y nosotros intentamos advertirle, pero no hay manera, él se empecina en juntarse con malas compañías (multinacionales) que le influyen demasiado. Y además, a ver quién le convence para que deje de reírle las gracias a ese par de líderes pandilleros enfrentados: Trump y Kim Jong-un; y demás nefastas influencias que están haciendo que a nuestro adolescente siglo le esté aflorando cierto ramalazo integrista un tanto inquietante.

Por no hablar de su tendencia a sentirse atraído por sustancias peligrosas que provocan una fugaz sensación de falso bienestar y que luego nos traerán terribles quebraderos de cabeza. Todos sabemos que nuestra criatura atraviesa una etapa en la que no es consciente de los riesgos para su organismo, que pueden resultar irreversibles. Pero es tozudo, y no atiende a razones, y se empeña en coquetear con productos tóxicos que a este ritmo pueden llegar a provocarle daños muy serios de salud global, cambio climático y demás. Que en casa ya empezamos a notarle los síntomas, y a menudo cuando entras en su cuarto de improviso te sacude una atmósfera irrespirable.

Y en fin, ahora nos ha surgido un nuevo conflicto, el de la independencia. En cierto modo ya lo esperábamos, porque es lo que toca a partir de los dieciocho años, ¿no? Pero el caso es que está resultando peor de lo que imaginábamos y se está convirtiendo en un verdadero quebradero de cabeza que provoca un montón de polémicas familiares. Y es una pena, porque en los poquitos ratos en los que coincidimos en la casa (porque los padres y las madres de hoy en día estamos tan liados que no podemos dedicarles el tiempo que quisiéramos a los hijos), tratamos de charlar del tema de un modo racional y desapasionado, pero enseguida comenzamos a discutir de una manera airada y casi violenta. Y la verdad es que las posturas están empezando a resultar irreconciliables. Pero bueno, nosotros no perdemos la esperanza de que tarde o temprano, nuestro acomodado eterno adolescente, se decida a independizarse de una vez.