Opinión de humildes

16 ene 2017 / 18:31 H.

De artículos de opinión humildes o mejor si cabe, de los profesionales y articulistas humildes que hacen opinión, pocos son los que hablan porque menos son los que ejercen como tales.

De los pocos que lo hacen, de entre los muchos que escriben dando opiniones, hay menos que puedan catalogarse como referentes por su experiencia, profesionalidad y conocimiento. En esa minoría, la que nos recuerda que para ser originales y aportar valor, no basta con demostrar que se está al día de las tendencias y de los temas que despiertan el interés de la opinión pública.

Es esa minoría la que de forma permanente alude en su decir y en su hacer a la modestia, a la prudencia y a la paciencia como necesarios compañeros en el tortuoso viaje que es la interpretación y la manifestación de lo que a nivel social preocupa.

Escriben con humildad, porque la misma forma parte de su ADN como profesionales. Pueden escribir de opinión porque en esencia son sencillos. Hoy en día la tecnología va que vuela, y este desenfrenado progreso nos conduce hacia la automatización de los procesos de la información, más focalizada en la generación de contenidos de valor para obtener un buen posicionamiento en los buscadores de internet, que en valorar a quien genera esos contenidos. Y es en este contexto, en el que se da el caldo de cultivo favorable para que proliferen profesionales, blogueros y articulistas haciendo opinión basura. Basura pomposa cargada de seguidores, haciendo ruido, mirando rápido en lugar de observar lento para interpretar velozmente, sermoneando en lugar de sugerir y oyéndose a sí mismos en lugar de escuchar sutilmente el susurro de los lectores , de la calle, del pueblo, de la sociedad en definitiva. Ofrecen una opinión alejada de la humildad, que agarra a las instituciones, a los proyectos y a las personas y las zarandea y las exprime a velocidad de vértigo.

El ego y el autobombo por encima de la responsabilidad que representa poder estimular en el lector el pensamiento crítico. Estilos propios de chamanes e improvisados gurús, que se adueñan de artículos cargados de exageración, de topicazos y exentos del análisis riguroso y preciso que a priori siempre es necesario antes de manchar el papel. Son los carentes de humildad los que, en lugar de aportar un punto de vista personal apoyado en la investigación y el seguimiento necesarios, están contribuyendo a que el artículo de opinión se esté convirtiendo en sí mismo, en un altavoz para el postureo.

Afortunadamente, encontramos en este río revuelto de opinadores en nuestra provincia, auténticos profesiones influyentes, trabajadores reconocidos por lo que son y escuchados y/o leídos por lo que representan, con independencia de que el tema al que ponen argumentaciones y del que extraen conclusiones, sea de más o menos interés para la generalidad. Sucede que el denominador común en todos ellos es que aúnan rigor, talento y humildad y es por ello por lo que no resulta difícil reconocerlos. El articulista humilde entiende que hoy en día se puede y se debe generar información en tiempo real y al mismo tiempo invierte en el medio plazo.

El articulista humilde acepta que la probabilidad de que sigan leyéndole tiene que ver con la formación continua y cualificada de sí misma y que esta inversión aportara valor y buena reputación. Los humildes de la opinión respetan a los rivales y aprenden de ellos, a no exagerar a sus críticas y a no mentir en las bondades de sus propuestas.

Los profesionales, blogueros y articulistas humildes tienen la mente abierta y saben que aunque los hechos cuentan, las historias venden, y la de ellos es la del prestigio personal. Opinar es un derecho, un deber y además es gratuito. Quizás sea esa la suerte y el problema a la vez. Ganar dinero haciendo artículos está al alcance de muy pocos generalmente siempre es la consecuencia inevitable del trabajo bien hecho. A los humildes de la opinión no se les olvida que el que paga es el ciudadano y la monedad es la credibilidad.